Este año, además, ha recaído en uno de los escritores que, por desgracia, sigue siendo tan poco conocido como la mayoría de estos, a pesar de contar en su haber alguna de las mejores obras que se han publicado en México tras el boom de los sesenta y tras la obra de quienes lo han ensombrecido, como Carlos Fuentes, Elena Poniatowska o, en menor medida, Fernando del Paso.
Daniel Sada, así se llama este escritor, es uno de los más meritorios escritores en activo, y no son pocos. Su gran defecto (léase virtud) es su absoluta entrega al lenguaje y al ritmo, de tal modo que cada página de sus novelas es un reto y al tiempo una demostración de que la literatura es mucho más que contar historias. Si me permitís la confesión, yo me quedé fascinado cuando cayó en mis manos hace ya unos años la impresionante Porque parece mentira la verdad nunca se sabe, hexadecasílabo que escondía una novela en que importa tanto la peripecia de los personajes (tensiones familiares y sociales al calor de unos comicios que, no podía ser menos, desencadenarán la tragedia) como la plétora de recursos y juegos verbales y narrativos que la envuelven. Editada por Tusquets, no gozó de toda la atención que merecía.
Si bien esta novela, por su extensión, puede ser demasiado para alguien, una muestra excelente de la calidad de Sada puede encontrarse en Todo y la recompensa, colección de relatos publicada por Debate hace algún tiempo (no sé si seguirá en librerías).
La nueva novela de Sada se titula Casi nunca, y ardo en deseos de que aparezca ya para empezar con ella. Tenéis algo de información sobre ella en las distintas noticias que recogen esta concesión:
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