La clave de la novela son las técnicas empleadas: el propio Faulkner se peleó con el texto para tratar de encontrar las palabras exactas reelaborándolo una y otra vez hasta dar, no siempre de modo plenamente satisfactorio para su criterio, con la expresión depurada. Al fin y al cabo, la novela retoma la idea de Shakespeare de que la vida es una historia contada por un idiota, es decir, incomprensible, de la que sólo se percibe ruido –“sonido”, como algo que parece querer decir algo pero incomprensible- y furia –la pasión irrefrenable, carente de lógica y limitada al terreno del impulso animal-: exactamente lo mismo que pasa en la familia Compson, en el Mississippi de comienzos de siglo.
El argumento de la novela es tradicional y dramático. Nos encontramos simplemente con la descripción de una familia del sur de EE.UU. en los primeros años del siglo XX. Esta familia, a pesar de ser acomodada, ha sufrido a lo largo de los años una serie de reveses (el alcoholismo de un padre que muere, la crisis mental de la madre, la concepción de un hijo deficiente, un turbio asunto con la hija que queda embarazada muy joven, el suicidio de otro hijo enamorado de su hermana, la tacañería y violencia del último de los hermanos, la huida de la nieta robando el dinero de su tío…).
No sé si este guión os ayudará, porque es cada frase, cada fragmento, el que da sentido a la historia. Partiendo de que sabemos qué pasa en cada capítulo, podremos entender mejor las líneas maestras de la historia, pero recordad que lo que buscó con ahínco Faulkner es sumirnos en esa confusión que es la vida cotidiana contada no de la manera falsa de la literatura, sino con la incoherencia de la realidad en la que nos colamos como intrusos.
El libro está dividido en cuatro partes, y sólo a medida que vamos llegando al final podemos ir atando los cabos y las impresiones que han ido quedando desparramadas en los caóticos primeros capítulos.
El primero es el discurso de Benjy. Él, con treintra y tres años que tiene en el presente, sabe y cuenta lo que pasa y sus recuerdos de infancia, pero como es incapaz de explicar el porqué, se limita a enunciar directamente, sin ninguna conexión lógica. Con ello, el lector se debe ir forjando una imagen, una impresión primera, como un mundo de colores y olores en que aún no se vislumbran las formas. Sin embargo, ya asistimos a algunas claves: la diferencia de tratamiento entre la familia de esclavos negros y los personajes de la familia Compson; la figura de su querida hermana Caddie (o Candance), quien quedará embarazada y quien motivará la muerte de su hermano Quentin indirectamente; la rebeldía de los hermanos frente a las imposiciones de unos padres atenazados por el alcohol, el histerismo y la necesidad de mostrar una apariencia intachable; la mezcla del presente, en que todos son ya maduros y la hija de Caddy está a punto de emanciparse, y el pasado en el que como niños viven una infancia que les forja el carácter y les conduce a unas acciones imprudentes...
Benjy, cuyo verdadero nombre era Maury, se ha visto condenado por todos como ser inferior, como una maldición que ha conducido a su degradación física. Sin embargo, en la novela lo que quedará de manifiesto es la verdadera degradación, la moral, que afecta al resto de la familia y que los convierte a ellos en los verdaderos tarados. Existen algunos cabos que quedan deslavazados en su narración, como cuando se aproxima a mirar a la verja a las chicas del colegio, pero hay que unirlo con informaciones que nos suministrarán los siguientes narradores.
El segundo capítulo es un monólogo interior, el de Quentin, quien narra, muchos años antes, la tortura interior de que es víctima. Él estudia en Harvard, pero su pensamiento está puesto en su hermana. Tal vez por esa opresión familiar, se ha convertido en su guardián hasta lindar con el incesto –de hecho, incluso llega a reconocer que ha tenido relaciones con ella, pero eso es una mera fantasía suya llevado por la angustia-. No soporta ver cómo ella busca un hombre con quien casarse tras haber quedado embarazada, y los más pequeños incidentes le dejan una huella cada vez más honda, hasta que no puede soportarlo más. Él no acepta que su hermana no sea virgen, pero ni siquiera su padre es tan caballero y protector como él. Quentin se suicidará, como resultado de la incapacidad de hacer frente a las miserias de la vida cotidiana, en las que ve reflejos de esa deshonra, como cuando pelea con un compañero de estudios ya que no puede hacerlo con quien se ha llevado el honor de su hermana.
Creíamos que el segundo capítulo, al no ser ya producto de un discapacitado psíquico, iba a aclararnos algo, pero resulta al revés: es un texto aún más complejo, en el que sólo hemos de buscar cómo es, para Quentin, la familia en que se ha criado, el entorno que le ha hundido. Es la confesión en el diván de quien vive superado por sus pasiones a pesar de su inteligencia, y como tal es contado el capítulo, que al ser anterior en el tiempo nos deja bien asentado el punto de partida del desmoronamiento familiar.
El siguiente capítulo está narrado por otro miembro de la familia Compson: Jason. Es el prototipo de quien llega a triunfar, pero es la muestra definitiva de que la verdadera corrupción está por detrás de las apariencias que sostienen una sociedad muy frágil. Violento, despótico, es quien tomó la decisión de castrar a Benji después de que este agrediese a una joven –lo que él mismo dejó apuntado en el primer capítulo-. Su único objetivo es destacar en esa sociedad, y por ello el dinero está por encima incluso de su familia, hasta el punto de robar los cheques a nombre de su madre, viuda e hipocondríaca. Ambos se están haciendo cargo de su sobrina (la hija de Candance, llamada Quentin en honor al hermano que murió y que nos contaba la segunda parte de la novela; su madre se había marchado tras el fracaso matrimonial al ser abandonada por su esposo al descubrir que se había casado con él embarazada de otro), pero ésta logra escaparse de su despótico tío tras haberle robado una cantidad de dinero que él había acumulado con arteras mañas.
Este capítulo y el siguiente, el último, son los más esclarecedores, puesto que la narración es más convencional. A la historia de Jason se añade la de un personaje como Dilsey, la cabeza de familia de los criados negros, que muestra su contraste, dada su humildad, con un déspota como Jason, racista y únicamente preocupado por el dinero. Jason es tan caótico como el Benjy al que él mismo castró, pero no por su tara psíquica, sino por su maldad e ira irrefrenables y su complejo de inferioridad. Dilsey, como narradora externa, es quien consigue explicarnos de una manera más racional, aunque subjetiva, las tribulaciones de esos niños a quienes ha visto crecer y perderse, incluso centrándose en algo tan aparentemente trivial como ir a la iglesia con Benjy.
Mucho ánimo. Si seguís adelante, veréis cómo al final, incluyendo el epílogo final, arroja luz a lo que habíamos creído que eran incongruencias. Incluo, si podéis ver la película (pésima adaptación porque elimina todas las conquistas literarias de Faulkner para quedarse con la trivialización de la trama) os aclarará el argumento, pero os daréis cuenta de que nos hemos perdido gran parte de la intriga sustentada en esta novedosa forma de contar las pasiones del condado faulkneriano de yoknapatawpha y sus habitantes.
Un prodigio de estilo y de aplicación de las nuevas formas de narración a una historia sórdida y sobrecogedora.
20/12/08
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