Lo habíamos ido demorando, pero ya podemos decir que hemos leído a Juan Marsé en nuestro club de manera oficial. Y la experiencia ha sido, como no podía ser menos, muy enriquecedora, sobre todo por las distintas perspectivas que se han compartido.
Tratando de alejarnos de una aproximación académica, nos hemos acercado a Últimas tardes con Teresa para confirmar o desechar impresiones de nuestras primeras lecturas de la novela o referencias recibidas por su condición de clásico contemporáneo.
Y lo cierto es que las dos sesiones han sido muy intensas. El visionado de la adaptacion de Gonzalo Herralde nos ha dado pie a hablar de la sociedad de los años cincuenta de Barcelona, de su industrialización y contrastes, de las clases sociales y de sus lugares,... Pero, sobre todo, las jugosas disquisiciones, muy animadas en ocasiones, las han generado Manolo y Teresa, lógicamente, hasta el punto de que según nuestros valores los suyos han marcado nuestra percepción de la novela. Lo que está claro es que Marsé consiguió plasmar unos tipos humanos, más o menos verosímiles, que no nos dejan indiferentes. A ello se suma el dominio de la narración y del lenguaje que, una vez más, al margen de sensibilidades lectoras, confirman la calidad del autor, al que oímos en la segunda sesión juzgando su propia obra:
Ah, por último y no menos importante: gracias a Carmen, hemos aprendido incluso de coches Renault y de los deslices de Juan Marsé. Desde luego, el análisis es implacable...