Y mientras seguimos recluidos, la industria del libro sigue adelante, por lo que seleccionamos (con contención), algunas de las novedades que están apareciendo estos días:
Luis LANDERO, El huerto de Emerson (Tusquets)
Siempre he planeado mucho mis libros, pero esta vez quiero que el libro se vaya haciendo solo, y que él solo vaya tomando la forma que mejor le parezca. No pensar demasiado sino dejarse llevar por el fluir de la escritura. Ya se encargará la lengua, con su infinita fantasía, de rejuvenecer tus viejas viñas. Al calor de las palabras, todo de pronto parece nuevo y recién inventado. Así ha sido siempre. Por mucho que idees y que imagines y proyectes, hasta que no está escrito no sabes de verdad lo que has ideado, imaginado y proyectado. No sé cómo engarzaré los lances y episodios que vayan surgiendo en el camino: la escritura me lo dirá. A veces el quiebro de una frase vale más que la luminosa geometría de un algoritmo narrativo".
Jesús CARRASCO, Llévame a casa (Seix Barral)
Otro extremeño de pro, que nos conquistó con Intemperie, y que en esta novela nos recuerda un tanto a su paisano por la intensidad de la historia familiar, llena de espacios vacíos y de emociones suspendidas. Un estilo de frases cortas y discurso fluido pero al mismo tiempo seco, idóneo para la historia: "Los relojes nodeberían estar llenos de arena sino de polvo. Es el polvo lo que verdaderamente nos ayuda a entender el paso del tiempo. El polvo es un fenómeno tan consistente como la gravedad pero sin su prestigio científico, ni su Newton, ni su unidad en un museo de París. Si se sostiene un cuerpo a un metro del suelo y se suelta, cae. Si se deja pasar el tiempo y nada se toca ni se remueve, el polvo también cae. No se sabe dónde está, pero está. Se deposita en las superficies planas y también en las inclinadas. Se mezcla con grasa en las campanas de cocina formando un lodazal que termina encostrándose. Metafóricamente, el polvo también se asienta en los silencios. Entre su padre y él había kilos de polvo. También en el espacio que le separa de su madre y, en menor medida, entre él y su hermana".
Yoko OGAWA, La policía de la memoria (Tusquets)
En tiempos de reflexión sobre la memoria (y lo que se debe y cómose debe recordar), esta novela de la escritora japonesa plantea una sociedad donde el olvido se convierte en algo no solo impuesto sino peligroso: cada realidad cuya desaparición se impone se convierte en una amenaza para quienes tratan de conservarla. Al parecer, lo que le llevó a su escritura fue la lectura del Diario de Anna Frank, pero le salió una novela distópica: "Mi intención no fue la de esbozar ningún futuro cercano (pesimista) como denuncia política, sino reflejar un pasado anterior a mi nacimiento. Con todo, al releerla después de todos estos años, me sorprendió que mencionase un tsunami y que, en lugar de alejarse de la realidad actual, encajase con la imagen de futuro próximo que tenemos ahora. Da bastante miedo”. Muy interesante esta novela que apareció hace bastantes años, pero que nos sigue haciendo reflexionar.
Catherine MILLET, Amar a Lawrence (Anagrama)
Millet cuenta que al tener que acercarse a la obra de D.H. Lawrence, el autor de El amante de Lady Chatterley, lo desdeñaba y no le seducía en absoluto, ni estética ni ideológicamente. A mí me pasaba lo mismo con Millet: he tenido que vencer muchas reticencias para acercarme a este libro sobre el escritor inglés de la mano de la autora de La vida sexual de Catherine M., verdadero monumento al exhibicionismo de altos vuelos. Y lo que ha conseguido es volverme a interesar, por la forma de acercarse a él, a la literatura de este autor. De hecho, a lo mejor es un buen momento para darle una nueva vida e incluirlo en la mesilla de lecturas. Solo por eso, ya resulta un acierto.
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