26/2/21

Algunas sugerencias del mes

De la cosecha del enésimo confinamiento, durante el cual las imprentas han seguido inundándonos de novedades, seleccionamos algunos frutos:

-Benjamin BLACK, Quirke en San Sebastián (Alfaguara). No diremos nada nuevo sobre esta novela, octava de la serie del detective de nuestro siempre admirado Benjamin Black, alias John Banville, salvo que el hecho de que la trama se desarrolle en San Sebastián le da un aire de cercanía y familiaridad que sin duda hará las delicias de quien la lea. 

-Estelle MONBRUN, La torre de Montaigne (Siruela). Aunque salimos de una lectura de enorme erudición y del país vecino, para quien quiera permanecer allí tiene una oportunidad con esta novela, aunque estilísticamente muy diferente. De hecho, nos encontramos ante una suerte de novela negra de tono académico, en la que una investigación criminal sirve como pretexto para conocer el entorno de Michel de Montaigne, el padre del ensayo moderno. Sin ser un hito literario, estos dos aspectos hacen la novela no solo recomendable, sino un buen modo de acceso a la figura de Monsieur de Montaigne.

-Robert WALSER, Berlín y el artista (Siruela). De nuevo, la editorial de Jacobo Siruela nos ofrece una obra a propósito de uno de sus grandes valores: el suizo de lengua alemana Robert Walser. No es una nueva recuperación de una obra desconocida, sino textos de distintas obras iluminados por distintos artistas y que suponen un homenaje al gran autor de Jakob von Gunten. De hecho, no dejamos de tener presente esa novela para añadirla en cualquier momento a nuestras lecturas de club para conocer uno de los grandes escritores del siglo XX y un caso extraordinario de renuncia, pues no solo su estilo es de una exquisita depuración, sino que su vida fue haciéndose cada vez más recoleta y minúscula. Conocer tanto su vida como cualquiera de sus libros merece la pena. 

-Dror MISHANI, Tres (Anagrama). La motivación de esta recomendación es que se trata de una novela negra israelí actual (lo que de por sí no dice demasiado ante el aluvión de novelas de este género) que le ha valido una comparación con Simenon y Patricia Highsmith (lo que ya nos alertaría si no abundasen este tipo de comparaciones en el mundo de las solapas y contraportadas), y cuyo eje lo vertebran las historias entrecruzadas de tres mujeres. Todo ello, aliñado con un estilo sencillo adecuado para una historia negra de tema contemporáneo, puede deparar un rato de entretenida lectura.

 

-Amor TOWLES, Normas de cortesía (Salamandra). En numerosas ocasiones se ha mencionado en nuestro club la novela Un caballero en Moscú, la agradabilísima historia del conde Rostov encerrado en el hotel Metropol y que reveló a un autor con un estilo elegante y amable más que recomendable. En esta ocasión, nos lleva de la mano a un Nueva York que sale de la crisis y donde Katey, la protagonista, empezará a conocer el ambiente de la crema de la ciudad en los años treinta tras un fortuito incidente. Reedición de una novela que apareció hace ya unos años y que nos permite seguir disfrutando de este escritor. 

 

-Wolf WONDRATSCHEK, Autorretrato con piano ruso (Anagrama). A falta de autores rusos, además de la arriba mencionada Un caballero en Moscú, tenemos ahora a nuestra disposición esta elegante novela que os desmenuzaré con más detalle en la próxima sesión, porque aún estoy decidiendo si su bondad es real (por la escritura, la trama, el personaje protagonista) o si es solo cosa mía, porque estamos ante una novela delicada y teñida de música y literatura, y ya sabéis que eso me puede. Hablamos de ella el jueves y de otras novedades. 


Novena lectura

Tras mucho tiempo rondándola, por fin ha caído. A la espera del ruso deseado, que llegará, el libro que compartiremos tras la novela de Joyce Carol Oates es Albertine desaparecida de Marcel Proust

Se trata de la sexta parte de su magna obra En busca del tiempo perdido, pero que puedo leerse desgajada de esta. De este modo, podremos comprobar nuestras opiniones sobre el hombre que encumbró la magdalena como hito literario. 

Por cierto, es importante recordar que esta novela, con cambios relevantes, se publicó en primer lugar con el título de La fugitiva. Sin duda, será un aspecto que comentaremos. 

Por último, a pesar del desliz en el título, la elección ha derivado de un vídeo muy difundido (ahora se dice viral) en que un ministro francés ponderaba la lectura como una exigencia para los jóvenes para inculcar valores como la libertad, la imaginación, la tolerancia y la capacidad de ensanchar nuestro mundo. Pocas veces la política lanza mensajes tan encomiables. 

Lo dejamos aquí: 

https://www.youtube.com/watch?v=DVXkHNsKYIo




Un banquete pantagruélico

 La alegría del reencuentro nos ha permitido disfrutar de una muy amena sesión, en la que hemos decidido varias cosas: 

- Por un lado, no dedicar más que una sesión a cada una de las lecturas realizadas este mes de carencia para poder agregar nuevas propuestas de manera inmediata (al fin y al cabo, nos encanta tener lecturas frescas que degustar). No obstante, todo se irá confirmando sobre la marcha.

-Por otro, una novena lectura: Albertine desaparecida, de Marcel Proust (sexto volumen de su búsqueda del tiempo).

Pero, sobre todo, hemos manifestado nuestras impresiones de lectura sobre la novela de Mathias Énard. A toro pasado, casi podemos decir que erramos en nuestras previsiones: pensábamos que podría no ser una novela muy para el club (era importante: nos jugábamos unos bombones virtuales), pero se nos olvidaba que las novelas controvertidas son a veces las más jugosas en comentarios, y así ha sido. 

Entre lo que nos ha suscitado la novela, hay cuestiones muy interesantes que la exceden: nuestra aceptación de un juego intelectual tan arduo, el humor -tan subjetivo y personal-, el choque entre lo bello y lo grotesco (ya sabéis que este concepto lo dignificó Victor Hugo, autor de una de las lecturas recurrentes del protagonista de la novela), o el tratamiento liviano, si no lacerante, de la muerte. Incluso, hemos debatido sobre por qué afrontar o no la lectura de una prueba como esta cuando entra en conflicto con nuestros criterios estéticos. Al fin y al cabo, sobre gustos hay tantísimo escrito. 

Además, lógicamente, hemos diseccionado (nunca mejor dicho) la novela: hemos aludido a su cuidada estructura circular, en esa rueda de la vida en que se convierte el texto; hemos elogiado unánimemente la erudición rebosante del autor, en la que algunos hemos encontrado un motivo de regocijo y otros un motivo de extenuación, así como el chispeante y desbordante lenguaje; hemos cuestionado las enumeraciones exhaustivas, hijas y deudoras de Rabelais; hemos percibido la burla irónica con toda la formalidad académica, especialmente en las notas de la última parte; hemos lamentado nuestra distancia del contexto francés que, sin duda, haría más efectivas las innumerables referencias al paisaje, los vinos, los quesos, los personajes históricos, etc.; hemos tratado de comprender la importancia de las canciones, que tienen un valor tanto estructural como de ambientación, así como del juego de cartas; hemos compartido algunos momentos significativos de la trama (la relación del joven doctorando con Lucie, la familia de esta, las exigencias de la cofradía, las transmigraciones del alma del "afortunado" cura,...). Todo esto y más en una escasa hora, lo que hace evidente que es una novela muy rica y que daría para comentar cada aspecto de los mencionados de manera más profunda, al margen de si nos ha conquistado o no.

En lo que hemos coincidido es en que es más que una novela, pues su abigarramiento dificulta concebirla como tal: es un entramado de historias y referencias que requiere un esfuerzo que ha calado en algunas personas, pero en otras no tanto. Por todo ello, tanto quienes han dado pitos como los que han dado palmas hemos concluido que ha merecido la pena. Una vez más, nos enorgullecemos de aportar lecturas tan sugerentes a nuestro club. Seguiremos así.

22/2/21

Nos vemos ya mismo

Posiblemente, el mensaje más corto y, al tiempo, más alegre: nos vemos el jueves. 

Disfrutad cuanto podáis hasta entonces.

14/2/21

Dos fragmentos para San Valentín

¿Cuál diré que es la causa por la que mi lecho me parece tan duro?, ¿por qué mis mantas no se están quietas sobre la cama?, ¿por qué he pasado toda la noche, cuan larga era, sin poder dormir?, ¿por qué me duelen los huesos, cansados de dar vueltas? Pues creo yo que si algún amor me aquejara, me daría cuenta de ello. ¿O es que viene en silencio y astuto me hiere con artimaña? Así será: se han clavado en mi corazón las agudas flechas, y el fiero Amor revuelve mi pecho una vez conquistado.

¿Me resigno a ello o acreciento con mi resistencia este fuego que ha surgido de repente? Resignémonos: el fardo que se sabe llevar, resulta menos pesado. Bien sé que las llamas aumentan cuando se mueve la antorcha y que se apagan si nadie las agita. Más aguijonazos sufren los bueyes cuando se resisten al yugo, que les oprime por primera vez, que aquellos que se complacen en llevar el arado.  A un caballo indómito se le magulla la boca con el duro freno, pero el que se acostumbra a los combates siente menos el bocado. El Amor trata con más“aspereza y mayor ferocidad a aquellos que se resisten que a los que se confiesan esclavos suyos. Así que yo lo reconozco, soy, Cupido, tu reciente presa. Ofrezco mis manos vencidas a tu jurisdicción. No hay necesidad de guerra, te pido la paz y el perdón; no supondrá para ti gloria alguna, desarmado como estoy, el haberme vencido con tus armas.

OVIDIO, Amores (trad.de Vicente Cristóbal)

¿Qué hacer cuando el amor llama a tu puerta? ¿Le abrimos?, ¿fingimos estar ausentes?, ¿le decimos vuelva usted mañana o lo despedimos sin más, como a un mendigo o a una visita inoportuna?, ¿le exigimos antecedentes, salvoconductos, documentos de acreditación?, ¿lo ahuyentamos a gritos y a patadas como si se tratara de un intruso? Lo que quiero contar ahora es muy difícil de contar, muy confuso, y no sé si sabré contarlo como yo quisiera, es decir, como quisiera el corazón, o como vagamente lo veo escrito en la gramática de los sueños. 

Veréis, yo era muy guapo cuando me quería Marta. Nunca, jamás, ni siquiera en la imaginación, fui tan esbelto, tan atractivo y cautivador como entonces. ¡Y cuánto me quería ella! Con tanto amor, ¿cómo no ser hermoso? Teníais que haberla visto. Era muy joven, casi una muchacha, y a veces venía a clase con un pantalón de pana verde con peto y una carpeta escolar llena de pegatinas y fotos psicodélicas. Yo me movía con aplomo y agilidad por el Madrid de entonces. Teníais que haberme visto a mí también. Solía usar una bufanda roja muy larga, y mi letra era muy pequeña, aún más que ahora. Escribía a hurtadillas, con vergüenza e inseguridad, en cuadernos cuadriculados tamaño cuartilla, y aprovechaba mucho el papel, nada de márgenes ni de interlíneas generosas. Escribía como quien mete la mano al tiento en una madriguera a ver qué encuentra, y nadie sabía que yo escribía, que yo era escritor. 

Por las tardes salía con mi bufanda y con mis libros camino del trabajo. Me gustaba verme reflejado en los escaparates. Ese soy yo, pensaba.  Y era en verdad guapo, muy guapo, porque me miraba con los ojos prestados de Marta, sus preciosos ojos verdes, tan frescos y luminosos, tan profundos, tan recién pescados. Agua profunda y transparente de algún mar tropical. Cuando me miraba, a veces había en ellos una lenta ensoñación morbosa. Sí, ella me había inventado, como ocurre siempre en el amor, y yo me asomaba a los espejos y veía allí aquel invento prodigioso de Marta que era yo. Al pasar junto a un árbol, acariciaba con las yemas de los dedos las hojas bajas de otoño. Recibía ofrendas del viento o del anochecer. La luz parpadeante de una hamburguesería, el cálido aliento del metro, el olor presentido de las próximas lluvias. En aquellos tiempos, y en días así, no hubiera cambiado un bolero por la novena de Beethoven.

Esto ocurrió en un tiempo y en un país en que muchos de nosotros estábamos enamorados de la vida. ¿Os acordáis?, ¿os lo han contado acaso? Estimábamos a nuestros políticos y confiábamos en ellos. Confiábamos también en los periódicos, y en los periodistas, y los admirábamos, y había muchos jóvenes que de mayores querían ser periodistas. Era una época incierta, pero nosotros vivíamos confiados y alegres. Casi podíamos acariciar el futuro como el lomo de un tigre amigo y hasta cómplice. No temíamos por nuestros hijos. Los llevábamos al parque, al zoo, montábamos en el teleférico, en un camello, comíamos helados, vestíamos de cualquier forma, y al otro día madrugábamos y nos íbamos contentos al trabajo. Nos gustaba la vida, nos gustábamos a nosotros mismos, nos sabíamos muchas canciones de memoria y las cantábamos a coro en las sobremesas. Parecía que en el resto de Europa era lunes y que aquí era domingo. Éramos felices, pero no solo por ser jóvenes sino porque todo parecía entonces joven. [...]

En aquella época, yo sí conocía el amor, y no le tenía miedo, sino al contrario, lo buscaba con desesperación y temeridad. Sin invención no hay amor, y yo me inventaba a las amadas, las adornaba con todo tipo de dones y atributos. Me enamoraba locamente y de un modo total, porque el amor, cuando es de verdad, no es divisible ni puede graduarse. De haber podido, yo habría dividido y repartido mi amor entre la amada, Dios, mi madre, mis hermanas, mis amigos, los Indiecitos de los Andes que no tenían para comer, los que andan errantes por el mundo, quizá bajo la lluvia o el sol abrasador, y estoy seguro de que el amor hubiera dado para todos. Pero no podía ser, porque mi amor, mi infinito amor, era solo para la amada, todo para ella, sin desperdicios de monedas o miguitas, y todo cuando no fuese la amada era del todo ajeno y hasta odioso. Yo odiaba a todos a fuerza de amarla solo a ella. Por eso el amor nos hace solitarios, y a mí aquellos amores, como no eran correspondidos, me hacían además sufrir mucho y en soledad, pero ¡cómo disfrutaba yo con aquel sufrimiento! Sin él la vida carecía de sentido. Ocurría incluso que a veces el sufrimiento no necesitaba ya de la amada para existir, sino que era soberano, despótico, señor de sí mismo, y que en su afán de poder excedía los límites del amor para extender sus dominios hacia todos los ámbitos de la mágica angustia existencial.

Luis LANDERO,  El huerto de Emerson (Tusquets, 2021)


11/2/21

Un cuento que ya hemos leído (alerta spoiler)

Para quienes estéis leyendo La hija del sepulturero, la historia de Rebecca Schwart y su familia seguro que os está deparando horas de fantástica lectura. Pero, como curiosidad, quizá sea bueno saber que una parte de la misma, epistolar, apareció años antes como un cuento aparte. Quienes queráis echarle un vistazo (en inglés), lo podéis descargar aquí:

https://pdfslide.net/documents/joyce-carol-oates-the-cousins.html

Algunas novedades (más)

 Y mientras seguimos recluidos, la industria del libro sigue adelante, por lo que seleccionamos (con contención), algunas de las novedades que están apareciendo estos días:

Luis LANDERO, El huerto de Emerson (Tusquets)

Conocemos bien y admiramos en nuestro club al escritor extremeño. En este caso, no se trata de una novela sino de un recorrido por los recovecos de su vida y de sus pasiones literarias. Lo describe el autor en la obra mejor que nadie: "quizá el jardín de mi memoria se ha marchitado ya, como dice un personaje de Pamuk, y ya no me queda sino hacer como aquellas mujeres que iban a la rebusca de espigas, uvas o aceitunas después de la recolección. A rebañar las sobras del banquete. Pero no: basta ponerse en marcha e iniciar la aventura para comprobar que la memoria, como la imaginación, es un pozo sin fondo. Y eso es lo que quiero hacer en mi cuaderno nuevo, salir a los caminos en busca de prodigios.
Siempre he planeado mucho mis libros,  pero esta vez quiero que el libro se vaya haciendo solo, y que él solo vaya tomando la forma que mejor le parezca. No pensar demasiado sino dejarse llevar por el fluir de la escritura. Ya se encargará la lengua, con su infinita fantasía, de rejuvenecer tus viejas viñas. Al calor de las palabras, todo de pronto parece nuevo y recién inventado. Así ha sido siempre. Por mucho que idees y que imagines y proyectes, hasta que no está escrito no sabes de verdad lo que has ideado, imaginado y proyectado. No sé cómo engarzaré los lances y episodios que vayan surgiendo en el camino: la escritura me lo dirá. A veces el quiebro de una frase vale más que la luminosa geometría de un algoritmo narrativo".

Jesús CARRASCO, Llévame a casa (Seix Barral)

Otro extremeño de pro, que nos conquistó con Intemperie, y que en esta novela nos recuerda un tanto a su paisano por la intensidad de la historia familiar, llena de espacios vacíos y de emociones suspendidas. Un estilo de frases cortas y discurso fluido pero al mismo tiempo seco, idóneo para la historia: "Los relojes no
deberían estar llenos de arena sino de polvo. Es el polvo lo que verdaderamente nos ayuda a entender el paso del tiempo. El polvo es un fenómeno tan consistente como la gravedad pero sin su prestigio científico, ni su Newton, ni su unidad en un museo de París. Si se sostiene un cuerpo a un metro del suelo y se suelta, cae. Si se deja pasar el tiempo y nada se toca ni se remueve, el polvo también cae. No se sabe dónde está, pero está. Se deposita en las superficies planas y también en las inclinadas. Se mezcla con grasa en las campanas de cocina formando un lodazal que termina encostrándose. Metafóricamente, el polvo también se asienta en los silencios. Entre su padre y él había kilos de polvo. También en el espacio que le separa de su madre y, en menor medida, entre él y su hermana".

Yoko OGAWA, La policía de la memoria (Tusquets)

En tiempos de reflexión sobre la memoria (y lo que se debe y cómo
se debe recordar), esta novela de la escritora japonesa plantea una sociedad donde el olvido se convierte en algo no solo impuesto sino peligroso: cada realidad cuya desaparición se impone se convierte en una amenaza para quienes tratan de conservarla. Al parecer,  lo que le llevó a su escritura fue la lectura del Diario de Anna Frank, pero le salió una novela distópica: "Mi intención no fue la de esbozar ningún futuro cercano (pesimista) como denuncia política, sino reflejar un pasado anterior a mi nacimiento. Con todo, al releerla después de todos estos años, me sorprendió que mencionase un tsunami y que, en lugar de alejarse de la realidad actual, encajase con la imagen de futuro próximo que tenemos ahora. Da bastante miedo”. Muy interesante esta novela que apareció hace bastantes años, pero que nos sigue haciendo reflexionar.

Catherine MILLET, Amar a Lawrence (Anagrama)

Millet cuenta que al tener que acercarse a la obra de D.H. Lawrence, el autor de El amante de Lady Chatterley, lo desdeñaba y no le seducía en absoluto, ni estética ni ideológicamente. A mí me pasaba lo mismo con Millet: he tenido que vencer muchas reticencias para acercarme a este libro sobre el escritor inglés de la mano de la autora de La vida sexual de Catherine M., verdadero monumento al exhibicionismo de altos vuelos. Y lo que ha conseguido es volverme a interesar, por la forma de acercarse a él, a la literatura de este autor. De hecho, a lo mejor es un buen momento para darle una nueva vida e incluirlo en la mesilla de lecturas. Solo por eso, ya resulta un acierto.





Ya queda menos

Pasa un jueves más y eso quiere decir que queda un jueves menos para volver a encontrarnos. Espero que la tranquilidad y la salud presida vuestros días, y que os deje tiempo para nuestro común afán, la lectura. Por eso, aprovecho para dejaros aquí una entrevista a propósito de El banquete que nos ha proporcionado Mathias Enard, donde comprobamos su pasmoso dominio del castellano:

https://www.youtube.com/watch?v=51YEhuei8UU

 


 Para quienes podáis verlo en francés, también os recomiendo esta entrevista, más amplia: 

https://www.youtube.com/watch?v=NBFayXTFOcQ

Y, ya que no podemos escaparnos físicamente, aquí dos imágenes de los "alrededores" de La Pierre-Saint-Christophe, en el distrito de Niort en Poitou-Charentes.




Primavera de libros

La sesión del pasado jueves nos llevó, como en otras ocasiones, a un final abierto: dado que hemos visto que la novela de O’Callaghan evoluc...