El verano, aunque por un lado nos impulsa a la molicie y a una cierta relajación lectora, también es un momento ideal para sacar tiempo y recuperar textos a los que hace tiempo no acudimos. Una propuesta como cualquier otra –pero es en la que me hallo inmerso y gozoso- es la de leer y/o releer literatura, y en concreto novelas o textos narrativos, de nuestro Siglo de oro. Para que sirva de guía y de muestra de que hay vida más allá del Quijote, aquí va una lista bien jugosa y deleitosa:
Francesillo de Zúñiga, Crónica burlesca del emperador Carlos V. Un texto poco conocido y difundido –lo podéis encontrar en librerías de viejo o en la Biblioteca- del bufón de Carlos V, un enano con muy mala idea que hacía reír al emperador con sus chanzas y a nosotros con su crítica acerba y jocosa a todo lo que rodea al fasto de la corte.
Baltasar Gracián, El Criticón. Tal vez demasiado denso pero un no parar de maravillarse con el manejo del lenguaje, del retruécano, del equívoco, del doble sentido por parte del autor maño. El carácter alegórico puede casar menos con nuestro modelos de lectura, y el trazado de los personajes -el sabio prudente y el ingenuo salvaje traído a la civilización-, poco más que cascarones para ideas, puede desnortar, pero cada aventura, moralinas aparte, es un festival de ingenio.
María de Zayas, Novelas amorosas y ejemplares. Breves narraciones con un estilo ágil que buscan el entretenimiento mediante las cuitas de amor de sus protagonistas. Aunque la comparación sea odiosa, recuerda en cierto modo a las novelas sentimentales de las colecciones actuales, pero basada en la brevedad y en la búsqueda del argumento atractivo sin artificiosidad.
Diego Duque de Estrada, Memorias. Aunque está trufada de las vivencias y aventuras de este noble, el subtítulo (Comentarios del desengañado de sí mismo) nos muestra la faceta crítica y moral tan del gusto barroco.
Vida del capitán Alonso de Contreras. Olvidaos de Alatriste: si lo que se busca son hazañas de un militar aventurero en el Siglo de oro, esta breve obrita nos cuenta de manera desenfadada algunas de las expediciones de este soldado, quien no duda en ponderar sus virtudes y quiere caernos simpático. Ameno y esclarecedor.
Gregorio González, El guitón Onofre. Desventuras y más desventuras son las que sufre este personaje salido del magín de un escritor riojano, y que en nuestros pagos ha sido objeto incluso de versiones en forma de cómic. Un ejemplo clásico de novela picaresca.
Lope de Vega, Novelas a Marcia Leonarda. Lope le cuenta a una mujer –una de sus múltiples amantes, al parecer- cuentos desprovistos de pretensiones en los que se mezcla la novela bizantina, de viajes y maravillas, con la novela costumbrista de la época. Su objetivo: entretener a la destinataria en sus ratos de asueto y antes de dormir. Con nosotros lo consigue.
6/7/07
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