Desde hace tiempo, Arrabal es solo Arrabal: sobran las etiquetas para un personaje contracorriente, incluso la del nombre que ya no utiliza para firmar su obra, y que ha demostrado no solo su capacidad para "épater" -aún resuena en nuestra memoria el famoso episodio del "mineralismo"; para quienes no lo recordéis, podéis ir a Youtube- sino también para levantar un mundo propio a base de delirios y una extraordinaria capacidad creadora. Y aunque Arrabal parece ya una vaca sagrada que, como tal, solo sus iniciados son capaces de degustar, lo cierto es que siempre la lectura de su obra puede proporcionar experiencias interesantes. Dos volúmenes vienen recientemente a aumentar el caudal de la obra ingente de este prolífico autor: el primero, Diccionario pánico (Zaragoza, Libros del Innombrable, 2007), es un nuevo volumen que esta editorial voluntariosa dedica a Arrabal, reeditando y revisando un texto clásico. El mundo de Arrabal se desintegra en átomos para digerirlo mejor, y así lo que vemos es una clasificación lexicográfica, acompañada de los conocidos "arrabalescos", al modo de las greguerías ramonianas, y de las jaculatorias. Una mínima muestra:
Beso: La quería tanto que, al separarse de ella, tras besarla, se quedaron enganchados los labios de su amada a los suyos con unos cachos de mantilla y de mejilla. ¡Qué maravilla!
Término medio: Demasiado perverso para vivir supeditado al azar y demasiado bueno para necesitar un redentor.
Arrabalomanía: Obsesión, casi siempre positiva, de aquellos que consideran que, trenzada a mi obra, mi vida se alza como instalación poética [...]
El confesor anarquista se lamenta: "¡Qué tiempos!: muchos son los pecados... pero ¡cuán pocos los cometidos!".
El cero pone en tela de juicio mis infinitos como la pornografía mis pecados.
Y, a propósito de cero, este es uno de los personajes que junto con Infinito acompañan, aconsejan y condicionan al protagonista de la última "novela" publicada de Arrabal, Como un paraíso de locos (Bruguera, 2007), que no podía ser otro que el propio Arrabal. En una suerte de autobiografía hecha de retazos, cuenta su vida desde el condicionamiento de la Inclusa y lo aprendido allí y en la Escuela Ortogénica, condicionado por el General, por la señora y por la joven Lilibeth, quien le confiesa su amor y con quien entabla diálogos "patafísicos". Inútil sería buscar en Arrabal una novela convencional: pequeños capítulos en que lo que prima es el estilo, la boutade, la lógica deshecha, el autopsicoanálisis, etc. Un monumento a la locura, ya presente desde la parodia del Bosco de la portada. Un perfecto ejemplo de lo que este autor es capaz de dar.
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