2/5/09

Gándara y Berger

Hace ya unos meses comentábamos en clase, a propósito de la publicación de su última novela El día de hoy, que Alejandro Gándara es uno de esos miembros del puñadito de escritores españoles actuales al margen del café para todos que devasta a veces nuestra literatura, y que merece la pena leer. Pues bien, aprovecho para sumar a nuestros enlaces el de su página en facebook (siempre que hacemos estas cosas esperamos que no haya represalias sgaeianas) y "robarle" de paso la crítica que hacía hace unas semanas a nuestra obra de lectura, De A para X. Una voz autorizada que nos deja una primera impresión y nos abre sendas críticas para nuestra próxima sesión.

8 de abril de 2009.- 'De A para X', el libro de John Berger (Alfaguara), es una historia de amor, del amor bueno, verdadero y bello que puede (quizá deba) darse en este tiempo de singular pobreza anímica, de miseria humana y de impotencia. Por tanto, no es una historia de amor entre dos individuos psicológicamente obcecados, empeñados en mirar el mundo a través de su único y reducido objeto de pasión, sino de amor entre dos que da lugar al amor por el mundo, por la vida de los otros, por la vida en general con su numerosa cohorte de placeres y desdichas, de eternidad y olvido, de elevación y desgracia. Y también es una historia, por causa de ese amor por lo que existe y que suma mucho más que dos, de negación y de rechazo de todo lo que mata la vida: la persistente catástrofe en que vive una gran parte de la humanidad, la injusticia que se oculta en los grandes ideales vendidos y saqueados a diario, la ceguera de quienes lo aceptamos todo.
El otro amor, el de los sujetos irremisiblemente fundidos, dependientes y gimientes según su ventura y desventuras, patrocinándose mutuamente una justificación de su existencia (cuando no una sociedad comercial en torno al contrato de familia) y proporcionándose el calor que proporcionan los erizos cuando se juntan, no solamente no vale, sino que es indigno, pues en última instancia no sirve más que para perpetuar la venda en los ojos. Y además para nada: sólo para hacerse un poco de daño más tarde o más temprano.
El amor ha decaído tanto, se ha vuelto tan instrumental para los fines globales de la impudicia, que no es extraño que se difunda masivamente por los altavoces del orbe, y que no haya literatura o expansión sentimental que no contengan esa escuálida peripecia de la parejita que dice que se ama y que dramatiza sus dificultades y sus éxitos entre dos mojitos o dos perritos calientes, cámaras y guión mediante.
El libro de Berger, apoyado sobre todo en la voz epistolar de la mujer que espera a su amante condenado a dos cadenas perpetuas consecutivas (por motivos que no acaban de explicitarse y me temo haya que metaforizar más allá del terrorismo), muestra el sustento de la vida en la desgracia, los detalles que dan el latido a la existencia, la eternidad que se cobija en lo pequeño. Ella también es una activista de algún tipo, pero lo que importa es su rechazo a la miseria concreta y universal que se extiende por todas partes. No está contra todo, sino a favor de algo. Es ese 'a favor' lo que hace de ella una militante, un ser humano y una amante. O sea, lo que la compromete en su acción: no la negación o el rechazo que funciona como salvaguarda y que, como sabemos por experiencia de generaciones, suele concluir en retórica de pusilánimes dictando sentencia en su sillón de orejas, en la oficina o en la fábrica.
La voz del condenado son apenas notas a pie de página de las misivas de la mujer, de carácter político y de denuncia, dotadas siempre de cierto estremecimiento íntimo (más allá del dogma), aunque inevitablemente tocadas de algún economicismo ingenuo, de alguna hipnosis política falta de documentación y de conocimiento que, debe decirse, apenas importan, visto el panorama que a menudo nos negamos a ver.
En fin, el libro no es perfecto, pero como el propio texto admite "lo que se hace querer es lo imperfecto". De modo que es un libro querible, y de eso es precisamente de lo que estábamos hablando.

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