Y, como regalo, os traigo un fragmento de uno de los escritores que hemos trabajado en nuestro club titulado "El corazón". Feliz día.
El corazón era el órgano del cuerpo al que más se referían las madres, sobre todo si era de sus niños de quienes hablaban. Decían "tenerlo en un puño" cuando temían que pudiera pasarles algo malo, o que "les habían entregado su corazón entero" para indicar que nada amaban más en el mundo que a ellos. "Una corazonada" era la creencia vaga, sin fundamento racional, de que algo feliz o desgraciado podía sucederles, y hasta en numerosas ocasiones llegaban a referirse a sus pequeños con un tono de impaciencia o leve disgusto, como cuando éstos se eternizaban comiendo, y ellas no podían evitar decirles desesperadas: "Pero, corazón mío, ¿aún no has terminado?". Pensaban que, si llegaba a pasarles algo malo, sería "como si les arrancaran el corazón", y decían "llevarlo en las manos" cuando cada noche se acercaban de puntillas a sus cunas para ver si estaban destapados. Siempre que pensaban en sus niños terminaban haciéndolo en ese órgano extraño que guardaban en lo más hondo de su pecho, y que era esa parte de nuestro propio cuerpo que no nos pertenecía, que hundía sus raíces en el fondo compartido del mundo. Eso significaba para ellas el nacimiento de sus hijos, que había llegado el momento de ponerlo en otras manos para que hicieran con él lo que quisieran. "Y le entregó su corazón", ¿no era así como terminaban todos los cuentos que merecían la pena?
GMG, Pequeño manual de las madres del mundo. Barcelona, RqueR, 2003.
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