Agosto ha sido un mes de sequía; al menos, por aquí, pareja a la de las editoriales que paraban máquinas o que las ponían a punto para el aluvión que se otea en el horizonte. Mientras, hemos podido disfrutar de un merecido receso de novedades y propuestas para echar la vista atrás y recuperar lo que se nos quedó en el camino. Pero llega septiembre, y con él un nuevo curso cuyo pistoletazo de salida ya nos asalta desde las librerías. Paul Auster, se llama. Viejo conocido, escrupulosamente leído y que nos ofrece una vuelta de tuerca más en su mundo personal, definitivamente hortus clausus en el que sólo cobrarán buenos frutos quienes sean rendidos devotos de su obra. Cómo no, Herralde aduce unas citas en la contraportada de Un hombre en la oscuridad que la sitúan en las cimas de su ya encumbrada trayectoria. Sin embargo, apenas si encontraremos nada nuevo o sorprendente en una novela discreta y que se suma, sin desdoro pero sin brillantez, a su dilatada producción. En fin, es Auster, y no es poco.
Al tiempo, cae por nuestras manos la última novela de un autor que años ha anunció su deslinde de este género narrativo: Juan Goytisolo. Pues bien, aquí tenemos un nuevo artefacto de este escritor, cuyo lazo de parentesco con Auster, si se permite una comparación tan desigual, es la de que se trata de una novela para goytisolianos. El exiliado de aquí y alla nos suena y nos retrotrae no sólo a Paisajes después de la batalla, cuyo personaje protagonista vuelve a las andadas en la nueva entrega, sino a reflexiones sobre el regreso del más allá que encontrábamos en La cuarentena y a una interpetación de la sociedad moderna y un tono cómplice con el lector con que recuperaremos muchos de los leitmotivs de este autor.
Nihil nouum...
Eso sí: preparemos un hueco más en la estantería, que la que se avecina -perdón por trivializar con temas tan serios- es émula de los huracanes caribeños. Que nos cojan confesados.
2/9/08
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