22/7/08

Un prejuicio

Venía con el colmillo en ristre dispuesto a justificar la existencia de prejuicios ante las obras mediáticas o de "autores" cuyo nombre se pone en la cubierta de un libro por su tirón comercial, pero me voy a reprimir. Acabo de entrar en varias páginas de internet en que se recogen las declaraciones del autor de una novela editada el mes pasado por Planeta, cuyo título es revelador: Eros, Thanatos y su puta madre. Así, haciendo gala de un exquisito gusto que concuerda con el perfil público que ha transmitido en los últimos tiempos su artífice, un tal Javier Sardá. Y digo que me reprimo porque en dichas declaraciones él mismo ha dejado bien sentado que ni pretende formar parte de la nómina de escritores ni tiene ninguna pretensión con su novela, y que se lo ha pasado muy bien escribiéndola. Claro, el colmillo aún sigue alzado porque uno no puede evitar preguntarse a qué se debe, pues, que nos inflija el castigo de editarla, ¡incluso gastando papel y tinta!, si de lo único que se trata es de aliviarse y pasárselo bien.
Naturalmente, no faltará quien se divierta con esta novela, en la que un individuo queda a medio camino entre el cielo y el infierno al morir, y donde trata con diversos personajes de relevancia pública fallecidos. El objetivo es desdramatizar el trance de la muerte, y nada más loable. Eso sí, si hasta el mismo autor reconoce que apenas si llega a la categoría de divertimento lo que ha escrito, ¿por qué leer esta novela en vez grandes obras, que no renuncian a la diversión del lector, que han tratado este mismo tema desde la Antigüedad? Desde la crítica social de Aristófanes o Luciano de Samosata -qué desopilante puede ser la lectura de los Diálogos de los muertos-, pasando por un descomunal Quevedo hasta llegar a productos literarios muy recientes y que no han renunciado a la calidad literaria: Nadie me mata de Javier Azpeitia (Tusquets) es un ejemplo notable.
En fin, bueno es el sastre que reconoce su tela, y muy fácil sería atacar gratuitamente a un Sardá que ha demostrado sobradamente su valía periodística -confieso que era fiel seguidor de Crónicas marcianas, tanto como de Juego de niños y de sus programas radiofónicos-. Sin embargo, prefiero recomendaros alguna otra novedad, como la reedición de la mano de RBA de Un millonario inocente, de Stephen Vizinczey (autor de En brazos de la mujer madura). Un placer.

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