8/12/21

Dos lecturas

Reflejos sobre Reflejos

Pese a su brevedad, la novela de Carson McCullers nos deparó unas interesantes reflexiones. Y es que la autora norteamericana nos ha demostrado que es posible aunar la densidad faulkneriana con la intriga novelesca. No en vano, leíamos en El mudo y otros textos el origen de su necesidad de escribir desde la infancia las vidas tormentosas de sus creaciones. Reflejos responde a esa voluntad de ahondar en la psicología de los personajes y sacar a la superficie pasiones ocultas y pulsiones que, en forma de símbolos, conforman un complejo entramado. Entre los aspectos tratados, el análisis de la familia americana, el mundo de lo militar,  la sexualidad  (o falta de ella) del cuarteto protagonista a modo de obra de teatro,  el tono casi grotesco de algunos episodios y la extraña escala de valores que nos desconcierta.

Estilísticamente, nos sedujo el lenguaje rico, el gusto por lo sensorial y, especialmente, esa capacidad de hacer permanentes alusiones a lo por venir que nos asaltan inopinadamente y nos impelen a seguir la lectura con todas las alarmas encendidas, amén de algunos pasajes casi humorísticos.

Por supuesto, Anacleto fue uno de los puntos fuertes de nuestras valoraciones, un personaje poliédrico y seductor, pero todos fueron valorados, pues la construcción de cada uno de ellos contribuye a crear esa tragedia moderna que constituye Reflejos en un ojo dorado.

La película de John Houston nos sirvió para contrastar la lectura del director con la nuestra, y nos dimos cuenta de cuánto nos puede condicionar verla primero, puesto que la fidelidad de la adaptación no está exenta de lagunas a la hora de abordar los pequeños detalles que alimentan esa corriente subterránea que sustenta la historia.

 

Un paseo por la fraga

En la obra de Wenceslao Fernández Flórez encontramos un contraste total pese a que son obras casi contemporáneas. Y es que El bosque animado supone un remanso de paz… o quizá no tanto. De hecho, las dos sesiones nos sirvieron para comprobar que una lectura superficial de la obra (evito conscientemente el concepto “novela”) nos puede ocultar el amargo poso que marca no solo este, sino la mayoría de los textos del autor. Historias como la de la niña Pilara, no exenta de crudeza, o la de Gervasio y Hermelinda, nos ofrecen un marco que en otras manos habría discurrido por las vertientes de la crítica social furibunda o de un existencialismo desolador. Sin embargo, el candor, la ingenuidad, la verdad de los personajes, humanos o no, le da una capa de delicadeza encomiable.

El escepticismo y el desencanto se pueden servir en moldes humorísticos, y eso es lo que consigue en pasajes como uno de los que más hemos apreciado: la historia de las moscas. Un alegato feroz contra el comunismo que nada tiene que envidiar al Orwell de la granja, que unido a otros como el del clan de los gatos o el del reparto del prado nos demuestra la seriedad de esta obra que el propio autor consideraba la mejor de su producción.

El mundo gallego y su “encanto”, la posibilidad de un realismo mágico hispano, las deudas con Emilia Pardo Bazán o Valle-Inclán, la estructura compleja y la presencia, junto al mundo humano y animal, del  sobrenatural han sido solo algunos de los ejes de nuestro análisis. Y aunque, como siempre, las apreciaciones son dispares, ha sido un acierto recuperar un autor que, sometido a los vaivenes de la fama postrera, ha gozado de una, nos tememos, efímera recuperación. Para nuestro club, será uno más de los autores que recordaremos como nuestros.



No hay comentarios:

Primavera de libros

La sesión del pasado jueves nos llevó, como en otras ocasiones, a un final abierto: dado que hemos visto que la novela de O’Callaghan evoluc...