9/6/14

Noticia bomba

Un artículo que puede darnos alguna pista para entrar en la novela de Evelyn Waugh:

http://www.elguijarroblanco.es/2009/10/04/evelyn-waugh-noticia-bomba/

Evelyn Waugh, “Noticia bomba”

La obra de Evelyn Waugh fue leída, apreciada y valorada por un amplio público en vida. Entre otros motivos, los numerosos lectores de Waugh hicieron honor a sus novelas porque en ellas encontraban los vestigios de una narrativa tradicional en la que la acción y el recorrido de los personajes se entrecruzaban para formar una historia, pero además, Waugh supo conquistar a sus lectores a través del “desbaratado” humor de sus críticas a la sociedad inglesa. A esto hay que añadir el enorme éxito de la novela Retorno a Brideshead y la difusión mundial de su adaptación cinematográfica.
Curiosamente, y a propósito de la novela Noticia bomba, publicada en 1938, se han dicho muchas cosas, pero ha sido probablemente la polémica sobre la veracidad de los hechos descritos en este texto la que ha oscurecido una verdadera recuperación del texto. Se trata del libro titulado The Real Story of Scoop (La verdadera historia de Noticia Bomba), escrito por Lord Deedes y publicado en junio de 2003. En él, el autor, compañero de Evelyn Waugh en la corresponsalía en la que coincidieron durante la guerra de Abisinia, niega que la ridícula visión que ofrece la novela se inspire en hechos reales. Lord Deedes se defiende, no quiere pasar por el grotesco modelo del protagonista de la novela, y hace una defensa de la honestidad del oficio del periodista. En efecto, la novela es además de una humorada, cuenta la ridícula misión de un no menos extravagante inglés a un irrisorio país donde acepta como normales a todos los mamarrachos y situaciones caricaturescas que se irá encontrando, una sátira profética. Y la justificación de Deedes es una defensa contra la visión que el escritor da del llamado cuarto poder, empezando por la sociedad que lo alimenta, pasando por la organización de los medios y llegando a las raíces profundas de su sátira, es decir, al desinterés de los periodistas por la verdad y a su afán por crear noticias como instrumento para llegar a tener éxito.
En el prólogo que escribió el autor para la novela, en 1963, nada menos que veinticinco años después de la primera edición del texto, declara inspirarse en dos guerras, la de Abisinia para la que había sido enviado de guerra y la de España: “Cuando estaba escribiéndola, el interés del público se había apartado de Abisinia para centrarse en España. Lo que hice fue organizar una combinación de estas dos guerras. Acerca de la última yo no tenía datos de primera mano. En Abisinia había trabajado como enviado especial de un diario inglés. Aunque carecía de talento para este trabajo, disfruté estudiando las excentricidades y los excesos de mis colegas. La posición geográfica de Ismailía (país imaginario en el que se desarrolla la acción), es idéntica a la de Abisinia, y la descripción de la vida de los periodistas de Jacksonburg se aproxima mucho a la que yo presencié en Adis Abeba en mil novecientos treinta y cinco“. Lo que motivó la escritura de la novela fue su aguda observación de la vida de los corresponsales y la fama desmedida que alcanzaron en la época, el tono escogido fue el de “un alegre cuento”. Las reflexiones, escuetas y rotundas del autor, son inequívocas, la fuente de inspiración de la novela fueron tipos y situaciones reales. Ahora bien en lo que no estuvo tan acertado fue pensando que hay temas secundarios y situaciones anacrónicas porque la obra es una espléndida humorada con una fuerte carga profética.
La trama, como ya se ha insinuado es la equivocación de Mrs. Sticht, esposa de un alto cargo del gobierno inglés, que, creyendo recomendar a un amigo, llamado John Boot, logra, sin saberlo y a través de una serie de fatalidades grotescas, enviar de corresponsal de guerra a un tranquilo inglés, William Boot, a un país Ismailía en el que se desencadena una crisis ficticia. A su regreso, y debido a una serie de arreglos, un tercer Boot se llevará los honores del éxito periodístico.
A través de esta trama, iremos descubriendo las tres fuerzas que mueven el relato y que, en disparatado enredo, hacen del texto una trenza humorística. Las primeras fuerzas que disparan el relato son los caprichos o los antojos de la sociedad londinense pudiente. John Boot, novelista erótico de moda, sufre un despecho amoroso, y decide recurrir a una dama influyente, Mrs. Sticht, para salir del país. El oficio que deba desempeñar, el país al que viaje o las consecuencias de su desplazamiento le son absolutamente indiferentes; lo que importa es huir de una mujer. A su vez, Mrs. Sticht disfruta influyendo en las más altas instancias a través de su belleza y desplazándose de manera alocada con su pequeño y reluciente coche negro. Consigue lo que quiere sin reparar en lo que pide o a quién recomienda. En tercer lugar está el misterioso Mr. Baldwin, un presumido que se aprovecha del viaje de Boot para sacar beneficios de la crisis de Ismailía. Baldwin es quizá el personaje más siniestro de la novela porque sigue la estela de los caprichos y de las arbitrariedades del resto de los personajes en beneficio propio. Asiste mudo a los desplazamientos de los periodistas, presencia las luchas entre rusos y alemanes y mientras pacta con la familia en el poder -la ridícula dinastía de los Jackson- para hacerse con las riquezas minerales del país. Además existe una comparsa de personajes caprichosos, cuyos intereses en la vida sólo consisten en saciar y resolver ridículos antojos: es el caso de Kätchen que se encapricha de William por el dinero que le puede dar pero le abandona cuando puede o el del director del periódico Beast y del poderoso grupo de comunicación Megapolitan, Lord Copper, que solamente piensa en poder organizar banquetes de homenaje y lucirse en absurdos discursos. Por lo demás, lo que le interesa es agasajar a sus lectores del modo más mezquino, es decir, fomentando el espíritu patriótico inglés, aún a costa del mundo entero: “El Beast es partidario de que haya gobiernos fuertes y muy enemistados entre sí en todas partes -dijo-. Autosuficiencia en nuestro país, agresividad en el extranjero” (p. 23). Afirmación que repite, por supuesto sin un ápice ni de dolor, ni de vergüenza porque esta afirmación es para él mucho menos importante que su éxito en cualquier ridículo discurso de homenaje.
La segunda fuerza de la narración es la de la pasividad y la indiferencia respecto a los asuntos del mundo, Waugh crea a una serie de personajes que hacen posibles los caprichos de los anteriores y, en definitiva, sirven al poder. Son las figuras que buscan la seguridad burguesa y que aborrecen cualquier cambio o riesgo, sólo quieren permanecer en lo ya conocido. Es el caso de Mr. Salter que a pesar de ser el jefe de la sección de internacional del periódico Beast, sueña con “aquella época alegre y despreocupada en la que era jefe de la Página Femenina, o mejor incluso, cuando se dedicaba a escoger chistes para uno de los semanarios de humor de Lord Copper. La empresa Megapolitan tenía por costumbre mantener despierto al personal a base de frecuentes cambios de puesto. La mayor ambición de Mr. Salter era hacerse cargo de los Concursos. Pero, de momento, era jefe de internacional, y la suya era una vida de perro” (p. 23). William Boot, el protagonista de la novela y víctima de la historia es el redactor de la sección de ciencias naturales del periódico, es el encargado de Exuberancia, sección para la que escribe un artículo semanal. Vive retirado en el campo en el seno de una rocambolesca situación familiar en la que todos los miembros de la familia viven a merced de tres mujeres encamadas, dos viejas ayas que deciden lo que deben hacer todos los miembros de la familia, y la abuela, propietaria de una bolsa de dinero con la que atiende, racanamente a las excentricidades de este peculiar grupo familiar. Pues bien, de la noche a la mañana, W. Boot, por una confusión se ve embarcado en una misión periodística, cubrir la crisis de Ismailía, su viaje además arrastra a la competencia, todos los demás periódicos envían corresponsales en una carrera que no atiende nunca al objeto que se persigue, es decir, en ningún momento se preguntan por el interés del asunto sobre el que han de informar, solamente se ponen en marcha porque el resto de los medios lo ha hecho. Boot se ve obligado a obedecer a sus superiores en esta misión y desde el principio al final su interés es nulo por lo que ocurre a su alrededor, ni siquiera escribe sus crónicas. Es la pieza perfecta, desinteresada, apática e inerme, para ser utilizada por otros intereses. De hecho acaba sirviendo al triunfo de los intereses económicos de Mr. Baldwin que coinciden con los de Inglaterra y, por lo tanto y de rebote, le hacen merecedor del éxito periodístico.
La tercera fuerza de la novela, probablemente la más hiriente en la crítica y situada en el centro del relato, aunque necesitada de la fuerza caprichosa y de la desinteresada para su desarrollo, es la de la descripción del mundo de los periodistas. Constituyen una especie de pandilla escéptica que convive en un hotel céntrico de Ismailía. Entre borrachera y borrachera, deciden dar alguna noticia, pero su criterio no es nunca su verdad sino el llegar a darla en primer lugar y así, mover a la opinión pública y alcanzar el éxito. Corker, uno de los miembros de esta curiosa pandilla, intenta explicarle a William en qué consiste el oficio de periodista y una de sus lecciones consiste en la naturaleza de la noticia: “Sabe una cosa, todavía le queda mucho que aprender sobre periodismo. Mírelo de este modo. Una noticia es aquello que le interesa a un tipo al que nada le importa apenas. Y sólo es noticia hasta el momento en que lo ha leído. Después ya no lo es. A nosotros nos pagan por dar noticias. Si un colega ha enviado la noticia antes que nosotros, la nuestra ya no lo es” (p. 88).
Quizás el punto humorístico más agudo de la novela descansa cuando toda la pandilla de corresponsales decide viajar a Laku, ciudad al norte de la capital de Ismailía donde según uno de ellos dice se ha producido una revuelta. Todos están obligados a perseguir la información, aún a sabiendas de que la ciudad no existe, porque uno de ellos ya ha dado la noticia en Londres y si la ciudad existe en los periódicos parece ya existencia real, incluso cuando emerge contra toda evidencia y contra los informes de los entendidos. “Laku” es una palabra ismailí que significa “no sé”. Cuando la comisión de fronteras intentó, en 1898, pasar hacia Sudán, fijó en este lugar su campamento. Alguien le preguntó a uno de los muchachos ismailíes que cómo se llamaba la colina, a fin de registrarlo. El chico contestó “laku”, y en todos los mapas posteriores han ido copiando esa transcripción errónea. Como al presidente Jackson le gusta que su país aparezca en los atlas, hizo que en esta edición Laku figurase como una población muy grande e importante. Cuando los franceses llegaron a este país nombraron incluso un cónsul en Laku”, (p. 130) Así todos corren hacia la ciudad de Laku.
Como se ha podido ver, las tres fuerzas de la novela -capricho, desinterés y afán de éxito- se entrelazan en el texto constituyendo una divertida narración, desproporcionada en la relación de los hechos, esperpéntica en la descripción. Ahora bien, la historia va más allá porque a través de su tono, ciertamente humorístico, plantea los destrozos que estas fuerzas desatinadas y unidas por la arbitrariedad y el desinterés pueden llegar a generar. De hecho, es el mismo Corker el que pone un ejemplo de las consecuencias nefastas que la desidia de un oficio y el desprecio a la verdad pueden ocasionar: “Sin ir más lejos, en una ocasión Jakes fue enviado a informar acerca de una revolución que se había producido en una de las capitales balcánicas. Se quedó dormido en el coche-cama, se pasó de estación, no se enteró de su error, salió, se fue directamente al hotel, y mandó por cable una crónica de diez folios sobre las barricadas, las iglesias en llamas, las ametralladoras que respondían como un eco al tecleo de su máquina de escribir, mientras un niño yacía muerto, como una muñeca rota, al pie de su habitación“. Pronto a pesar de la sorpresa inicial de la redacción que esperaba la crónica del país vecino -sigue contando Corker- la noticia se convierte en portada de todos los periódicos, el periodista sigue mandando diez folios de crónica diarios y las consecuencias son que el país sobre el que escribe se hunde y desangra en una guerra. Corker termina su relato con la siguiente pregunta: “¿Todavía duda de que la prensa es el cuarto poder?” (p.90)
La crítica de Waugh no está dirigida, en primera instancia, al fuerte afán de dominio de los grupos empresariales periodísticos, ni siquiera a un poder articulado y presidido por célebres inteligencias, sino más bien a ese “humus” cultural, humano y social que permite el triunfo de un poder así. Se trata de terrible desapego hacia la realidad, una especie de nihilismo divertido donde los datos no importan y donde impera el antojo, la desidia y la búsqueda ciega del éxito personal. Por esta razón, a mi modo de ver, esta novela lejos de ser anacrónica, es un texto de la más viva actualidad.
Guadalupe Arbona Abascal

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