12/11/13

El mayor error de Gide

Nunca se lo perdonó, a pesar de que estilísticamente tienen más de un rasgo en común. Marcel Proust  quedó herido para siempre por el rechazo de André Gide de su manuscrito de En busca del tiempo perdido, pero no menos que este por haber dejado pasar una de las joyas de la literatura. Así se lo reconocía en una carta de enero de 1914:

Mi querido Proust:

Desde hace varios días no abandono su libro; me lleno de él con deleite, me sumerjo en sus páginas. ¡Ay de mí! ¿Por qué me resulta tan doloroso amarlo tanto?... Haber rechazado este libro quedará para siempre como el más grave error de la NFR, y (como tengo la vergüenza de ser en gran parte el responsable de esto) una de las tristezas, de los remordimientos más dolorosos de mi vida. Me parece, con toda probabilidad, que en esto se advierte la presencia de un destino implacable, ya que es una explicación de veras insuficiente de mi error decir que me había hecho de usted una imagen después de unos pocos encuentros ``en sociedad'', que se remontan a hace casi veinte años. Para mí, usted seguía siendo ese tal que frecuenta asiduamente a las señoras X... y Z..., ese que escribe en Le Figaro... Lo creía -¿se lo debo confesar?- ``uno del grupo de los Verdurin''.
Un esnob, un mundano diletante, lo más molesto que pudiera haber para nuestra revista. Y el gesto, que hoy entiendo tan bien, de ofrecerse a ayudarnos a publicar el libro, que habría sido para mí fascinante si lo hubiera comprendido bien, no ha hecho más que confirmar, ay, mi radical error. No tuve a disposición sino uno de los cuadernos de su libro, el cual abrí con mano distraída, y la mala suerte quiso que mi atención cayera de inmediato en la taza de manzanilla de la página 62, para luego resbalarme, en la página 64, en la frase (la única del libro que no logro de verdad explicarme hasta ahora, ya que no soy capaz de esperar a terminarlo del todo antes de escribirle) que se refiere a una frente de la que se transparentan las vértebras. Y ahora no me basta con amar este libro, percibo que siento por él y por usted mismo una especie de afecto, de admiración, de predilección singulares.

No puedo seguir... Tengo demasiados remordimientos, demasiados dolores -y sobre todo si pienso que quizá mi absurdo rechazo pudo haber tenido consecuencias para usted, que lo habrá hecho sufrir, y que hoy yo merezco ser juzgadoÊpor usted, injustamente, tal como yo lo había juzgado a usted. No me lo perdonaré jamás, y es sólo para aliviar en algo mi dolor que me confieso ante usted esta mañana, suplicándole que sea indulgente conmigo, más indulgente de lo que yo mismo no consigo ser.

André Gide


Esta semana (nuestro jueves) se cumplen cien años desde que empezó a aparecer publicada la colosal y deliciosa obra de Marcel Proust. Para recordarlo, merece la pena detenerse en el homenaje que le rinde El País: http://elpais.com/tag/marcel_proust/a/
Magnífico momento para recuperar una lectura necesaria.

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