30/10/13

Próximas lecturas del club

Parece que la sociedad lectora al completo está volcada con la narrativa de la canadiense Alice Munro, y nosotros seguiremos con ella este jueves. Sin embargo, las próximas lecturas nos llevarán por derroteros bien alejados:



29/10/13

Un clásico literario de Lou Reed




http://vimeo.com/38695862

Un premio que se nos pasó comentar

A principios de este año que empieza a sonar a despedida, comentamos con cierto entusiasmo la aparición de la novela de un autor desconocido, Jesús Carrasco, que nos había seducido: La intemperie (Seix Barral). Poco a poco, vimos la avalancha de críticas encomiásticas que la emparentaban con grandes nombres de la literatura, pero seguíamos pensando en la tremenda historia del muchacho protagonista y en la cuidada prosa del narrador. Pues bien, la semana pasada esta novela fue merecedora del Premio Libro del Año que concede la Asociación de Libreros. La buena literatura, por suerte, sigue hallando un espacio para desarrollase y ser apreciada.

Señor Reverte

Uno ya no sabe si esto es literatura o si es otra cosa, pero siempre es interesante la opinión de un autor que ha forjado su imagen como lo ha hecho Pérez Reverte. Por si no visteis la entrevista que le hicieron en una emisora de televisión  el otro día aquí va el enlace:


http://m.youtube.com/watch?v=1uZpnNa6ilw

18/10/13

Demasiada felicidad

Y nuestra primera lectura tiene adjudicataria: Alice Munro -no podía ser menos-. Demasiada felicidad es la obra por la que hemos optado y, para abrir boca con la lectura, os adjunto el artículo que Elvira Lindo le dedicó en El País cuando apareció:
Fue en 1961 cuando en el periódico The Vancouver Sun apareció un reportaje sobre una joven escritora, Alice Munro, que había ido construyéndose una cierta reputación literaria publicando cuentos en revistas o vendiéndolos para la radio pública canadiense. Munro tenía entonces treinta años. En la foto que abre la entrevista vemos a una mujer atractiva con sus dos hijas, de siete y cuatro años. Aunque el simple hecho de que le dedicaran un espacio en la prensa muestra que comenzaba a ser reconocida como escritora de gran talento, el titular que encabeza el reportaje delata un profundo anacronismo: "Ama de casa encuentra tiempo para escribir relatos". En la misma entrevista ella cuenta cómo aprovecha el tiempo de siesta de las niñas para escribir en el cuarto donde ha colocado el cuaderno y la máquina. Esa habitación propia que Virginia Woolf estableció como primordial para que una mujer accediera a una vida plena estaba situada en el caso de Munro en el cuarto de la plancha. Su hija Sheila cuenta en un libro original y conmovedor (Vida de madre e hijas. Creciendo con Alice Munro) cómo cuando ella y sus hermanas irrumpían en aquella habitación su madre retiraba el cuaderno a un lado, como si quisiera dar a entender que estaba haciendo algo tan prosaico como la lista de la compra. Hoy, a sus casi ochenta años, Munro, tan esquiva como entonces, despliega una especie de maternidad no deseada pero real sobre todos los escritores canadienses. Bautizada en su país como "nuestra Chéjov", Alice Munro construyó la base del realismo moderno canadiense, que en el país vecino, Estados Unidos, se había cimentado mucho antes; pero, además, la penuria de una niñez rural en la provincia de Ontario hace que su propio recorrido vital y el que cuenta en sus historias se hayan convertido, con el tiempo, en un espejo que agranda la vida de las personas humildes. Munro ha escrito en alguna ocasión que no necesita elaborar ni embellecer a sus personajes: "La vida de la gente es suficientemente interesante si tú consigues captarla tal cual es, monótona, sencilla, increíble, insondable". Sólo quien no tiene perspicacia para ahondar en el alma humana hace una distinción entre personajes fascinantes, con brillo social, y aquellos que parecen destinados a caer en el olvido. Estos últimos son los que pueblan el mundo imaginario de Munro, los que mejor conoce, aquellos entre los que se crió, a los que deseó ser infiel, luchando por poner tierra por medio y estudiar en la universidad, y a los que ha sido tozudamente fiel desde su literatura. Munro creció en el seno de una familia presbiteriana, no fanáticos religiosos pero sí personas de una ética muy estricta. Mientras que en Estados Unidos, el elefante dormido al otro lado de la frontera, la religión siempre estuvo aliada con la ambición económica, en estas familias de pioneros escoceses el trabajo era un fin en sí mismo y mostrar un excesivo interés por el dinero o hacer evidente cualquier tipo de veleidad ajena a la vida común era considerado un pecado de vanidad. Su padre, Robert Laidlaw, que trató infructuosamente de sacar adelante un criadero de zorros, era un hombre humilde pero amante de la literatura. Procedentes de una tradición de grandes lectores de la Biblia los Laidlaw escribieron diarios que se han convertido en auténticos relatos de la dura vida de los pioneros. La escritura sin vanidad. Esa fue la escuela moral de la joven Alice. Y a pesar de que en su propia peripecia vital se resumen los grandes cambios que para la mujer supuso el siglo XX -de la necesidad de casarse para huir de su destino a convertirse en una mujer emancipada en los setenta-, su manera de entender el oficio literario sigue estrechamente unida a la moral presbiteriana: trabajar sin hacer exhibición de los logros, casi secretamente. No es casual que la biografía que sobre ella escribió Catherine Sheldrick lleve por título A double life.Una vida doble, aquella que todos veían, la de esposa y madre, y otra tan oculta como firme y poderosa, la que le proporcionaba esa mente fantasiosa que le permitió crearse una existencia paralela desde los 12 años. Hace unos tres años publicó La vista desde Castle Rock en donde rendía homenaje a sus antepasados, acompañándoles en su viaje de Escocia a la nueva patria. Los amantes de la literatura de Munro se alarmaron cuando esta afirmó que dejaba para siempre la escritura. Por fortuna, se sintió incapaz de adaptarse a la vida de "las personas normales". Hubo de reconocer que a esas alturas de su vida no sabía hacer otra cosa. El resultado de ese regreso es este deslumbranteDemasiada felicidad, diez relatos que contienen el universo de Munro y algo más: una mujer que visita en la cárcel a un marido que le mató a sus tres hijos; una viuda que abre la puerta a un asesino; una madre que reencuentra a un hijo tras años sin tener noticias de él; dos mujeres que comparten un recuerdo inconfesable de cuando eran niñas... Todos ellos arrastrando decisiones o recuerdos que les marcaron la vida, sobreviviendo al desastre, sobreponiéndose a la adversidad como sólo saben hacerlo los personajes nada heroicos. Hay momentos en los que el lector siente que se le hiela la sangre. Sin estridencias, en apenas una frase que a menudo pasa desapercibida en una primera lectura, Munro ofrece una clave que dará luz a la historia. No son cuentos para el lector desatento. Es una escritura engañosa en su sencillez, bella y extraña, que exige una entrega en la lectura y, a menudo, una relectura para entender más hondamente lo leído. Dijo un crítico canadiense que Alice Munro "inventa la realidad". En este caso ha inventado o dado luz a una realidad sombría: "Espero que los lectores no encuentren estos relatos muy lúgubres, pero la vida casi siempre es dura". Los amantes de la literatura de Munro no esperamos otra cosa que su mirada, realista en el sentido más noble, universal como sólo pueden serlo las historias locales, cruda y siempre misteriosa.Pero es curioso que el menos munroniano de todos los relatos es el que da título al libro. Es la historia de una matemática y novelista rusa de últimos del XIX, Sofía Kovalevski, que Munro encontró por azar y de la que quedó prendada. Aunque el paisaje es ajeno a Munro, la escritora pone en boca de Sofía uno de esos pensamientos que a menudo asaltan la mente de las mujeres de sus cuentos: "Cuando un hombre sale de una habitación deja todo detrás, cuando una mujer lo hace lleva todo lo ocurrido en esa habitación con ella". Cuando leía esta suerte de novela rusa comprimida me aventuré a pensar que la escritora había tenido en mente a Chéjov mientras la escribía. Buscando en las entrevistas que le hicieron en su país me encontré con este curioso comentario que la delata como mujer apasionada y sincera: "Mientras lo escribía pensaba si Chéjov se habría enamorado de mí de haberme conocido. Creo que no, a los hombres no les gustan las mujeres como yo. Pero quién sabe, él finalmente se casó con la actriz Olga Knipper que arrastraba su propia fama, así que... Sí, es posible que yo le hubiera gustado".

16/10/13

¿Y del Planeta, qué? ¿y del Nobel?

Una vez más volveremos a nuestra eterna disputa sobre la conveniencia de leer en el club aquellas obras de "amplia difusión" (bello eufemismo, a fe mía, para evitar el tan traído y llevado anglicismo best seller). En esta ocasión, la primera víctima será Clara Sánchez, autora que hemos ponderado por alguna de sus interesantes propuestas narrativas, pero que a partir de ahora llevarán el sello de Lara.
Recupero las palabras de elconfidencial.com para recordar quién era esta escritora:
"Con este laurel, la escritora Clara Sánchez entra en el club de la triple corona: Planeta, Nadal y Alfaguara. Logró este último en el año 2000 por Últimas noticias de paraíso y el Nadal en 2010, por Lo que esconde tu nombre. Esta nueva novela llega con la última de la prolífica autora todavía en estanterías desde hace medio año, titulada Entra en mi vida (Destino), en la que quiso analizar las relaciones familiares entre madres e hijas, con la percha de las noticias sobre la venta y desaparición de recién nacidos en los años ochenta en los hospitales españoles, con sor María de fondo. Un ejercicio de realidad histórica, más que de memoria histórica, en la que la escritora pintó con tintes policíacos. En El cielo ha vuelto, Sánchez cuenta la historia de una exitosa modelo de pasarela que descubre que la terrible revelación que una vidente le hizo tiempo atrás se está convirtiendo en realidad: alguien desea su muerte y le está haciendo la vida imposible.
En sus más de 20 años de carrera, y filóloga de formación, Clara Sánchez ha bebido constantemente de la actualidad como fuente de inspiración e intuición. Cuando publicó Lo que esconde tu nombre recibió amenazas por desvelar colonias nazis en España. La temática nazi nunca pasa de moda y ella entró en este pastel con un thriller psicológico, con el que narra la vida de un superviviente del campo de exterminio de Mauthausen."
http://www.elconfidencial.com/cultura/2013-10-15/angeles-gonzalez-sinde-se-queda-con-el-planeta-y-clara-sanchez-con-el-premio_41955/
Está claro que este año será un curso femenino, como ya nos ha anticipado también el nobel de Alice Munro, cuya lectura está condicionada por su excelencia en un género complejo como el del relato breve.

¡Octava edición!

Después de muchos intentos frustrados por la técnica, por la desidia, por la indolencia, por... motivos mil, he aquí que recuperamos el blog del Club de lectura Ibercaja para dar la bienvenida a una nueva edición de nuestro curso. Felizmente, ¡seguimos!
En esta edición, como siempre, trataremos de seguir fomentando aquellos aspectos que más nos gustan de nuestras sesiones (sobre todo, el aspecto humano) pero, al mismo tiempo, limar aquellos defectos que servidor debe mejorar.
Este año, el objetivo es -como siempre-, no saturarnos de lecturas sino deleitarnos con la conversación, paralela o tangencial, que genera cada libro. Trataremos de hacer menos hincapié en las miles de lecturas aún pendientes, a las que se sumarán mil novedades, para dar más peso específico a las obras que hayamos seleccionado. Menos textos pero más trabajados en clase. Eso sí, sin perder la idea clave: el club lo hacemos cada uno de nosotros.

Para la primera sesión, recuperaremos algunas de las obras que propusimos para el ya lejano verano. os recuerdo cuáles eran:
George ELIOT, Middlemarch (lectura oficial para verano)
Albert COHEN, Bella del señor (propuesta alternativa 1)
Roberto BOLAÑO, 2666 (propuesta alternativa 2)

Seguro que a estas se han añadido otras lecturas gozosas: por favor, no os olvidéis de comentarlas en la primera sesión, en la que haremos una mera toma de contacto para los nuevos inscritos (si los hubiere).
Y, por supuesto, si ya tenéis una propuesta de lectura para comenzar el curso, aportadla. Posiblemente, el valor más positivo del club desde el punto de vista técnico es su carácter proteico, en perpetua indecisión, porque lo modelamos según nuestro criterio.
Espero que, este año sí, os aporte aquello que esperáis. ¡Gracias a todos los que lo hacéis posible!

Primavera de libros

La sesión del pasado jueves nos llevó, como en otras ocasiones, a un final abierto: dado que hemos visto que la novela de O’Callaghan evoluc...