30/4/09

Crimen y castigo: apuntes

Crimen y castigo

-Concepto de superhombre: precedente de Nietzsche -> vínculo con personajes románticos (Julian Sorel), frente a la inacción.
Precedente en la obra de Dostoievski: Memorias del subsuelo (personaje huraño y marginado, modelo de aislamiento y cinismo). En esta ocasión, se transforma en un personaje vital que actúa, lo que acarrea las consecuencias inversas.

-Elementos autobiográficos: Importancia de su estancia en presidio. Problemas de salud y familiares.
Adquisición de una idea de virtud regeneradora a través del dolor y la vida sociable del penal.

-Motivos del asesinato:
a) llevar a la práctica la teoría del superhombre
b) Motivos meramente pecuniarios
c) Motivos familiares afectivos: mata para evitar condenar a su madre a la pobreza y a su hermana a la prostitución, convirtiéndose así en mártir.

-Moral biológica: acelera un proceso natural. Sade, Darwin (selección natural) > restablecer el orden de la Naturaleza.
-Justificación: todo el mundo vierte sangre, y los que lo han hecho de una manera más brutal son los que han hallado gloria (conversación con Dunia).

-¿Es más criminal Raskólnikov o la usurera?: degradación moral, obliga a los demás a cometer acciones vejatorias (desde la humillación inicial a la necesidad de prostituirse o, como Rodino, convertirse en asesino). Además, su vida es una prolongación insultante frente a la de niños y jóvenes que mueren sin recursos, que ella acumula evitando que sirvan para favorecer a la sociedad.
“No era un piojo, era un ser humano” (Sonia): ¿lo era?


-Tema religioso:
Rodion = Cristo heterodoxo y romántico (de su pecado nace la santidad)
Preterición del bien personal en favor del social.
Desde el primer momento sabe que sus actos tendrán consecuencias: pasión.
Presidio: Muerte y resurrección redimido de los pecados.
El amor está presidido por la castidad, la piedad y el amor fraternal (“No me inclino ante ti, sino ante todo el dolor humano”).
Sonia = Magdalena.
Marmeladov: bebe poara sufrir más intensamente su pena: la autodestrucción como forma de expiación.
-El criminal y la prostituta ante la lectura de la Biblia.

-Otras consecuencias de la injusticia social: Alcoholismo (Marmeládov); prostitución (Sonia); locura (Katerina Ivanovna) -> ¿Es peor la cárcel?

-La novela como lectura:
¿Lastrada demasiado por el contenido simbólico?
¿Lastrada demasiado por el contenido panfletario sobre los problemas sociales?


Apreciaciones de Vladimir Nabokov


Aunque una primera lectura de la novela puede fascinarnos, Nabokov encuentra que existen una serie de taras que la convierten en una novela mucho menos brillante de lo que habitualmente se cree. En concreto, el gran fallo (ético y estético) para el escritor ruso radica en el episodio en que Rodion descubre, junto a Sonia, el Nuevo Testamento, y especialmente en el triángulo asesino – prostituta – Biblia. Asimilar, bajo el concepto de cristianismo, a una asesino con una prostituta, esta última redimida ya desde la época de Jesús desde la moral religiosa, se convierte en una triquiñuela sentimental y niega el pathos con que quiere dotar a la novela.
Además, en un joven dotado de virtudes físicas e intelectuales, Nabokov, tras repasar los motivos de su actuación, encuentra una motivación que tilda de fascista. El tránsito de los valores elementales de la sociedad hacia el encomio de la tiranía napoleónica no encuentra justificación, al menos convincente, en el retrato psicológico del personaje.
Finalmente, no encuentra una buena justificación al hecho de que el crimen deba ser redimido públicamente, especialmente cuando se trata de un personaje el que lo comete a quien tilda de neurótico: no puede haber una profundidad ideológica en alguien de extracción social baja, aunque tampoco sería viable ni creíble si no perteneciese a ese estrato social. La crítica al materialismo queda puesta en entredicho, y no es factible aceptar la redención moral a través del sufrimiento físico que para Rodion parece ser inapelable.

29/4/09

Erri de Luca

Uno de esos autores a los que en alguna ocasión hemos mentado pero que merece una llamada de atención por ser una voz al margen. El napolitano Erri de Luca acaba de publicar en castellano su última novela, El día antes de la felicidad (Siruela), y la entrevista que le han hecho para Babelia me ha parecido suficientemente interesante como para colgárosla a continuación:

Entrevista Erri de Luca, escritor y comunista, a propósito de "El día antes de la felicidad"·
Miguel Mora
Babelia
Militante revolucionario y ex obrero de Fiat, Erri de Luca es un tipo misterioso. Tiene cara de lord inglés, pero es napolitano y viste como un agricultor. Traduce obras del hebreo antiguo y del yiddish, pero asegura que tampoco es judío y que lo aprendió para leer la poesía de primera mano. Su cara de no haber roto un plato encubre un pasado agitado y comunista: fue militante revolucionario en Lotta Continua, y dice no arrepentirse en absoluto de haber vivido "el tiempo en que los obreros follaban". Sus manos enormes y curtidas remontan también a ese momento: él mismo fue obrero en Fiat (montaba motores de camiones), y albañil, aunque sostiene que llegó tarde a la fiesta.
Hoy, a los 58 años, De Luca es un escritor, poeta y cuentista fuera de normas y etiquetas con títulos como Aquí no, ahora no y Montedidio. Alpinista ocasional, vive en el campo, cerca del lago de Bracciano, a 50 kilómetros de Roma. Su última novela encabeza la lista de los libros más vendidos del país. Es El día antes de la felicidad (Siruela). Es un relato sencillo y poético, con toques de historia y de humor napolitanos. Narra la educación sentimental de un joven huérfano, que crece en los años sesenta protegido por un portero de finca. Don Gaetano, sabio y memorioso, le explica cómo escondió a un judío durante la ocupación nazi, cómo fue la revuelta y la liberación. Mientras le escucha, el héroe va forjándose un carácter; el amor y el futuro los encontrará lejos.
La protagonista es Nápoles, ciudad de la que De Luca se largó a los 18 años. Hoy ha bajado a Roma, y llega antes de la hora a su café preferido de Piazza del Poppolo.
PREGUNTA. ¿Se siente italiano o napolitano?
R. Como escritor y hablante, vivo en la lengua italiana. La lengua italiana es mi patria, pero no tengo sentimientos patrióticos respecto a mi país. Si suena el himno no se me acelera el pulso, con la bandera tampoco. Pero la lengua me gusta. Nací y crecí en napolitano y me convertí en un escritor en italiano. No soy un escritor italiano, sino en italiano. Acabé dentro de la lengua de mi padre.
P. ¿Cambió de patria?
R. De lengua. Mi padre pretendía que en casa hablásemos italiano sin acento. La mamma hablaba en napolitano. Ella era el lugar, era Nápoles.
P. Sé que murió hace unos días y vivía con usted. ¿Tenían buena relación?
R. Una relación tardía, adulta, pero buena, fuerte. Vinieron los dos a vivir conmigo porque no les llegaba el dinero.
P. ¿Cómo era Nápoles cuando se fue?
R. Una ciudad del sur del mundo. Tenía la más alta mortalidad infantil y la más alta densidad de Europa, vivíamos apezuñados. Era una ciudad tomada por los americanos, la sede de la VI Flota, y estaba siempre abierta y vendida para las salidas de los miles de militares americanos, que eran la mayor fuente de renta. Vendida porque, si cometían un delito, respondían ante sus jueces militares. Era una ciudad entregada. Se parecía a Manila, a Saigón...
P. Una colonia...
R. Con toda la ilegalidad secundaria que eso comporta. Era el mayor burdel del Mediterráneo y el centro del contrabando europeo. Hoy es uno más entre tantos matices del norte, aunque sigue siendo una ciudad poco italiana, más bien española. Los españoles estuvieron mucho tiempo y se hicieron napolitanos. Los reyes que triunfaban hablaban el dialecto. Nápoles es anárquica y monárquica. Siempre le gustó tener un rey para los domingos. Los otros seis días le gusta estar a su aire y que el rey deje hacer.
P. ¿La Camorra es española o americana?
R. La palabra es española, la práctica es toda nuestra. Nada que ver con la Mafia, no tiene unidad de mando. Son 200 familias que se reparten el terreno en pequeños trozos, en permanente bronca entre ellas. Por eso es ingobernable. Existía con los españoles, se adaptó a los americanos, y cuando se fueron los americanos se volvió a adaptar.
P. ¿Quién le contó la ocupación nazi?
R. Mi madre. La historia la contaban las mujeres porque los hombres o estaban en el frente o en la cárcel o emboscados. Nápoles fue la ciudad más bombardeada de Italia. En ese momento en que se preparaba la batalla militar entre los alemanes y los norteamericanos surgió la insurrección, por pura acumulación de tensión. Fue una mezcla de pequeñas historias.
P. ¿Alguna heroica?
R. En Nápoles no gustan los héroes. Siempre reducimos las historias heroicas, las deformamos, les quitamos importancia. Fue una combinación de miedo, cotilleos y cosas cómicas. Todo junto les hizo vencer.
P. ¿Por qué contó la historia a través de Don Gaetano?
R. Porque uno escucha a las mujeres pero aprende de los hombres. Las mujeres son la fuente de información, pero la herencia es un acto masculino, paterno. Es el padre el que transmite y entrega la pertenencia a un lugar. A través de ese relato masculino el chico se da cuenta de no ser un huérfano sino el hijo de una ciudad de la que debe aprender a marcharse.
P. ¿Nápoles es padre o madre?
R. En mi caso fue una ciudad-causa. Fui consecuencia de ella, me transmitió una precisa educación sentimental nerviosa. Aprendí los sentimientos constitutivos del hombre, la cólera, la compasión y la vergüenza. Y me templó el sistema nervioso una octava por encima de lo normal. En eso Nápoles se parece a Jerusalén. Tiene esa misma tensión nerviosa. Disimula, no quiere escrutarte, finge ignorarte, pero en realidad te percibe con todos los demás sentidos, con el olfato, las orejas, la vibración del cuerpo...
P. ¿Sintió pena al irse?
R. Me despegué como pude. Tenía encima una mole que me expulsaba. Me arranqué como un diente de una encía. Luego no pude reimplantarme en ningún sitio. Cuando me fui supe que no volvería, pero allí no podía seguir. Estaba solo. Luego encontré a mi generación en la calle, rebelde primero y revolucionaria después, y ahí sentí otra pertenencia, en vez de a un lugar, al tiempo. Soy un producto del tiempo, del 900.
P. Y de la revolución fallida.
R. Fui revolucionario a tiempo completo todo el decenio de los setenta. Milité en Lotta Continua hasta 1976, y cuando acabó me hice obrero y seguí solo. Fue la herencia del tiempo, y hoy lo veo con lealtad. No me gusta la nostalgia, pero soy leal con las razones de aquel tiempo. Pienso que aquel hombre joven que fui reconocería en mí a la continuación de sí mismo. Quiero pensarlo.
P. ¿Hizo la cosa justa?
R. Cuando las cosas hay que hacerlas, justo o injusto, no hay elección.
P. Pero no tomaron el poder.
R. Era una revolución rara. Era más cuestión de entorpecer al poder y hacer crecer a la sociedad. No fue inútil. Fue necesario, y dio resultados. No en las vidas personales, ahí lo pagamos caro porque fuimos la generación más encarcelada de la historia, incluida la que vivió el fascismo.
P. ¿Usted hizo cárcel?
R. Poca y muy temprano, en 1968 o 1969.
P. ¿Y lucha armada?
R. Prefiero no contestar. Pero toda revolución prevé recurrir a las armas.
P. ¿Defiende todavía el 68?
R. La historia la escriben los vencedores, no los condenados. El 68 fue sólo el momento de la salida, la campana que sacó a los estudiantes de clase. Era el periodo en que los obreros follaban. Ser obrero era una posición social de prestigio. Eran un punto de referencia. La vanguardia. Tenían poder y encanto.
P. ¿Usted folló mucho?
R. Yo no, me hice obrero tarde. Y entonces no teníamos derecho al amor, el amor era... un pretexto para retirarse.
P. ¿Fue una guerra civil?
R. No desde el punto de vista de las pérdidas pero sí de las condenas: 5.000 condenados por banda armada. No existía la responsabilidad individual. Por eso esa generación hizo los hijos muy tarde. Yo ni eso, porque soy estéril como un mulo. Muchos compañeros míos se mataron con la heroína para ajustar cuentas rápido. Y unos pocos se hicieron periodistas o cambiaron de chaqueta.
P. ¿Usted ajustó las cuentas?
R. Hay todavía prisioneros, las cuentas sólo están suspendidas.
P. ¿Y no piensa que Berlusconi es en parte consecuencia de esa lucha?
R. No, es la alegre consecuencia de que hemos pasado de ser un país de emigrantes a un país de propietarios de casas, primera y segunda. Italia es un país de nuevos ricos, con todos los tics del nuevo rico. Por eso elige como primer ministro al más rico, como presidente de la República, a un ex dirigente del Banco de Italia, y como opositor, a un profesor de economía. Italia ha idolatrado la economía, sólo piensa en el dinero. Es como Suiza, pero con más gente.

18/4/09

En abril, novedades mil (III)

No es broma cuando decimos que la cosa está que arde, así que sintetizo en un solo post dos noticias bastante jugosas:

-Llegan de nuevo las Jornadas de Poesía en Español. Todos los años mencionamos aquí esta interesante iniciativa que desde hace unos años coordina Paulino Lorenzo, y que este año cuenta con la presencia de algunos viejos conocidos de indudable atractivo. Así, Andrés Trapiello, cuya nueva novela hemos mentado, acudirá el día 22 de mayo, como
 suculento preámbulo al día de San Jorge, y otro incondicional como Alejandro Bekes volverá a dejar su voz en Logroño. Junto a ellos, los cubanos Alcides y Arcos, y una sorprendente presencia, la del canadiense Brenan Croskerry, quien, según la nota de prensa distribuida, interpretará temas
 inspirados en su obra poética y en la de otros poetas hispánicos. Si podéis acudir, no dejéis de hacerlo.

-El flamante académico José María Merino acaba de dejar en nuestras librerías su última novela: La sima (Seix Barral), en la que narra con su habitual lirismo la historia de un estudioso de la guerra carlista que, en busca de tranquilidad y sosiego, vuelve a su pueblo, donde encontrará espacio para sus recuerdos y reflexiones. La sima es el lugar que sirvió para recoger los cuerpos de los caídos en la guerra civil, y ello le hará establecer conexiones entre la historia que él estudia, la historia vivida y sus múltiples perspectivas. Sí, más guerra civil, pero de la mano de José María Merino se convierte en una novela que merece la pena leer.

-Y no os menciono la nueva novela de Julián Ríos, Puente de Alma, ya que de sobra conocéis mi pasión por este larvado gallego...

En abril, novedades mil (II)

Los señores de Tusquets me perdonarán, pero es un fastidio que no se pueda enlazar directamente a la entrada de su página dedicada a la nueva –y sorprendentemente voluminosa- novela de Gonzalo Hidalgo Bayal, uno de los más sólidos autores contemporáneos de nuestros pagos, y que adquirió un reconocimiento merecido con su Paradoja del interventor. En El espíritu áspero, como su propio título indica, hace un guiño al mundo de las clásicas, al contarnos la historia que un profesor de latín y griego ha dejado de sí y de su mundo al morir. Uno de los “must read” de la temporada. No dejéis de echarle un vistazo.

Otro de ellos, pero que sin duda no requerirá de más propagandas, es la nueva “novela” de Javier Cercas, Anatomía de un instante, también de contundente recorrido. Aquí sí que podéis acceder a las primeras páginas, en que Cercas expone su intención de no hacer una novela convencional, sino una suerte de crónica de los hechos del 23 F, a modo de thriller. Revisión histórica y genérica para quien ya bregó con ambos aspectos en Soldados de Salamina.
http://www.randomhousemondadori.es/me_gusta_leer/Libros/A/Anatomia-de-un-instante-ES/Anatomia-de-un-instante

Ignacio Martínez de Pisón es otro de los valores seguros que se han labrado un reconocimiento (y un huequecito en nuestro club por razones más personales), y que ha bassado la fuerza de su narrativa en la revisión de nuestro pasado reciente. Como Dientes de leche, aparece en Seix Barral su colección de cuentos Aeropuerto de Funchal, algunos de ellos inéditos, y que la crítica tilda de “chejovianos”. Lo comprobaremos.

En breve, añadiremos a la lista dos novelas: la nueva de Andrés Trapiello, Los confines, basada en una relación de infidelidades que promete pasión a borbotones, y la novela ganadora del premio Primavera de Alfaguara, El viajero del siglo. Ya os he contado mi opinión sobre Neuman, joven autor nacido en Argentina pero cuya extensa obra se ha gestado en España, con lo que no abundaré más, y ya hablaremos en cuanto tengamos la novela en nuestras manos.

Y para quienes estéis de humor y en los madriles, como los últimos años llega el día del libro “La noche de los libros”, en que se puede fatigar los estantes de las librerías hasta la medianoche y de paso se organizan por doquier actividades culturales relacionadas con ese conjunto de hojas escritas que se ha dado en llamar libro y al que algunos tenemos la suerte de dedicar nuestro tiempo.

17/4/09

En abril, novedades mil (I)

No basta con un solo post para dar cuenta de las decenas de novedades que requerirían de un carrito de la compra tamaño XXL si hubiera de llevarlas al aula. Así que os hago un ínfimo repaso virtual a fin de que podáis tener en cuenta algunos títulos en vuestras visitas a las librerías. La primera de ellas es la nueva traducción de John Berger, De A para X. Una historia en cartas (Alfaguara). Es uno de esos textos que podrían postularse para la lectura en el aula; primero, por la trascendencia de Berger, un autor inglés con una capacidad de aunar a la crítica por su calidad literaria, basada en la mirada directa a la realidad. Él mismo expresaba así su método, en que narración y reflexión están indisolublemente unidos:

–No creo que la pintura esté tan presente en mi escritura. Lo que sí está presente es lo visible, y lo visible es también el tema de la pintura. Lo visible es esa flor, la luz que le acaricia la oreja; se trata de algo esencial en mi escritura. Cuando comienzas a descubrir lo visible con tus ojos y con tu imaginación, que es, por cierto, lo que haces al dibujar, sobre todo si se trata de algo natural, como el ser humano, la geología, una flor, una colina, un paisaje, un animal, cuando empiezas a mirar esas cosas te haces consciente del orden increíble y de la complejidad que encierran. No sólo su apariencia, sino también su estructura te llevan a pensar que han sido creados. Y por tanto, hay una conexión entre la creación con “C” mayúscula y el modesto acto de crear. Creo que ésta es la razón principal por la que lo visible es tan importante en mi escritura. Y es también el motivo por el que al escribir una historia la concibo como si fuera un objeto, como una piña, como un iris, como un pájaro. Concibo mis historias como objetos visibles;

segundo, por el tema de la obra. Os adjunto el enlace a la página de Alfaguara para que veáis su contenido y las críticas:
Otra de las novedades, aunque no lo es tanto, es la novela de Ángeles Mastretta Mal de amores (Seix Barral). Aunque la revolución mexicana de principios del XX es uno de los temas más recurrentes en la narrativa de aquel país, Mastretta aporta una perspectiva diferente al plantear un personaje femenino que rechaza las convenciones, políticas, sociales, religiosas, creando así una novela especialmente afortunada. Sin ser una novela redonda, sí que es recomendable, pese a que su extensión -casi 400 páginas- la elimina casi de nuestro programa de lecturas.
Y una nueva entrega de Cesare Pavese en el año de su aniversario (y ojalá de su rehabilitación para el lector español). Lumen recupera una de las obras menores, El camarada, publicada en 1947, cuyo título refleja los tintes políticos de esta novela, en que un joven burgués se enfrenta a la realidad a partir de un suceso con su antagonista y amigo, y tras un viaje a Roma en que busca salir de su confusión ideológica; además, encontramos la historia de una traición en tiempos turbios, con la prosa descarnada habitual en este imponente autor italiano.

Más recuperaciones: nueva traducción de nuestro querido Sándor Márai, cómo no, en Salamandra. Se trata de Los rebeldes, cuya presentación editorial os copio a continuación:

Apenas unos meses antes del final de la Primera Guerra Mundial, cuatro jóvenes acaban sus estudios y se enfrentan al último verano de la adolescencia. En cuestión de semanas serán llamados a filas y enviados al frente, un frente del cual sólo llegan noticias nefastas. Así, unidos por su aversión a lo que promete ofrecerles la madurez, Tibor, Ábel, Erno y Béla crean un universo particular y juegan a desafiar todas las reglas: beben y fuman en exceso, juegan a las cartas, se inventan extravagantes historias, cometen pequeños hurtos... Ante la ausencia de padres, tíos y hermanos mayores, realizan su propio aprendizaje de la vida libres del control familiar, hasta que la aparición de un improvisado mentor, un avieso actor que está de paso en la ciudad, hará que sus juegos, y sus vidas, se precipiten por caminos insospechados que los llevarán hacia un dramático desenlace.
Sándor Márai publicó esta novela cuando tenía treinta años y acababa de regresar a Hungría. Aunque ya era conocido como escritor de talento, Los rebeldes causó un gran impacto y acabó de consagrar a su autor, que iniciaba entonces uno de sus períodos creativos más intensos y fecundos. En 1988, casi al final de su vida, Márai aceptó revisar el texto original para que su editor húngaro la publicase en Canadá con los restantes volúmenes del ciclo de la dinastía de los Garren —Los celosos y Los ofendidos—, conjunto que el propio autor consideraba su obra magna.


Otra buena noticia es la recuperación de un texto de Yukio Mishima inédito en castellano: El color prohibido (Alianza). El resumen de la novela nos sirve, conociendo el estilo preciosista y trágico de su autor, para augurar una deleitable lectura:
Shunsuké, un famoso escritor sexagenario, se siente atraído por la extraordinaria belleza de un joven homosexual, Yuichi. Lo ha conocido por medio de Yasuko, una joven de la que está enamorado, pero que no le corresponde ya que se siente atraída por Yuichi sin conocer sus inclinaciones. Tras la aparente estabilidad emocional de Shunsuké se esconde una vida atormentada con terribles fracasos sentimentales y altísimas cotas de misoginia a la que da rienda suelta en un diario que nunca verá la luz.

La novela de Jack Kerouac En la carretera ha tenido tal influencia que hasta en un anuncio de hace unos meses de coches se hacía referencia a este libro y se leía un pasaje como ejemplo de frescura y libertad que asumía la marca (disculpadme, no recuerdo cuál). Pues bien, llega una nueva traducción, ahora sobre el rollo en el que al parecer su autor la escribió, y en el que no tuvo cuidado de camuflar los nombres de los aludidos, ni siquiera el suyo propio, lo que sí sucedía en la edición accesible hasta ahora. Anagrama, quien ya ha recuperado a otros autores beat (hace no demasiado llegaban los Aullidos de Ginsberg), es quien nos trae esta obra esencial de la narrativa norteamericana.

Y cómo olvidar la labor de El Acantilado, cuya recuperación del aventurero y misterioso B. Traven les está trayendo algún que otro dolor de cabeza. Sin embargo, nosotros podemos recuperar una de las historias más conmovedoras que el cine nos ha grabado indeleblemente en la memoria con El tesoro de Sierra Madre (os confieso que ese progresivo aumento de tensión y el retrato de la codicia más despiadada me impactó). Aunque no podremos borrar de la mente la imagen de Humphrey Bogart, disfrutaremos del relato original en una nueva traducción.

Y quedan para un segundo post las novedades españolas...

Bloom y Crimen y castigo

Aquí estamos de nuevo, tras un largo periodo de ¿vacaciones? Eso sí, con las fuerzas renovadas para afrontar la semana del libro (23 de abril, nuestra próxima cita), con los agasajos habituales y las librerías rebosantes de novedades. Entre ellas, que iremos comentando, la nueva edición de un clásico 'beat' como En la carretera de Kerouac, y las últimas entregas de Martínez de Pisón, Javier Cercas, etc.

De momento, tenemos una cita pendiente con Dostoievski, cuya lectura espero que no se os haya convertido en penitencia pascual. Por ello, os subo el capítulo que Harold Bloom (de quien ya hemos hablado) dedica a Crimen y castigo en su libro de presuntuoso título Cómo leer y por qué (Anagrama). Creo que hay algunas ideas muy sugerentes para el debate:


FEDOR DOSTOIEVSKI:
Crimen y castigo

Raskolnikov, un estudiante resentido, juega con la terrible fantasía de matar a una vieja avarienta y usurera que lo explota. La fantasmagoría se vuelve realidad con el asesinato, no sólo de la vieja sino también de su hermanastra. Una vez cometido el crimen, el destino de Raskolnikov lo lleva a encontrarse con los tres personajes capitales de la novela. La primera es Sonia, una muchacha angelical y piadosa que se sacrifica como prostituta para mantener a sus míseros hermanos. Otro es Porfiri Petróvich, un perspicaz juez de instrucción que es el paciente némesis de Raskolnikov. El más fascinante es Svidrigáilov, monumento al solipsismo nihilista y la lujuria fría.
En los intrincados movimientos de la trama, Raskolnikov se enamora de Sonia, poco a poco se da cuenta de que Porfiri lo sabe culpable y cada vez más descubre en el brillante Svidrigáilov su propio potencial de degradación. El lector llega a comprender que Raskolnikov está profundamente dividido entre el impulso de arrepentirse y la convicción de que su ser napoleónico necesita expresarse con plenitud. También en Dostoievski hay una división sutil, ya que Raskolnikov no se desploma en el arrepentimiento hasta el epílogo de la novela.
Ciento treinta años después de su publicación, Crimen y castigo sigue siendo la mejor novela de asesinato que se ha escrito. Hay que leerla - y poco cuesta, absorbente como es - porque, como Shakespeare, nos altera la conciencia. Aunque muchos rechacen el nihilismo de las grandes tragedias shakesperianas de sangre - Hamlet, Otelo, El rey Lear, Macbeth -, esas obras son el origen innegable de los grandes nihilistas de Dostoievski: el Svidrigáilov de Crimen y castigo, el Stavroguin de Los demonios y el padre de Los hermanos Karamazov. Nunca sabremos en qué creía (o de qué descreía) realmente Shakespeare; sabemos en cambio que Dostoievski se hizo clerical reaccionario a un extremo casi inconcebible. En cuanto a Crimen y castigo en particular, deberíamos seguir el adagio de D.H. Lawrence: Confía en el relato, no en el narrador.
Dostoievski creía en un cristianismo aún por venir: un tiempo en que todos nos amemos sin egoísmo y nos sacrifiquemos por los otros como lo hace Sonia en Crimen y castigo. En esa fase cristiana, más allá de la civilización como la conocemos ahora, ¿podrían escribirse novelas? Es de presumir que no las necesitaríamos. Tolstoi, que quería que Dostoievski fuera el Harriet Beecher Stowe de Rusia, insistía en valorar La cabaña del tío Tom por encima de El rey Lear.
Dostoievski, esencialmente un trágico - no un moralista épico - no estaba de acuerdo con Tolstoi. A veces cavilo que a los veintitrés años Dostoievski dejó el ejército ruso para seguir la carrera literaria y Rodión Raskolnikov tiene la misma edad el espantoso verano en que, para agrandar la visión napoleónica de su yo, mata gratuitamente a dos mujeres. Hay una afinidad sumergida entre la negativa de Raskolnikov a desviarse de su autoestima y la búsqueda heroica de Dostoievski en pos de la escritura de ficciones eternas, búsqueda que culmina en Los hermanos Karamazov. Raskolnikov acaba por arrepentirse (en el poco convincente "Epílogo" de la novela) al rendirse por completo a la magdaleniana Sonia - esperanza de ascenso, a lo Lázaro, de la muerte a la salvación.
Pero, como su recalcitrante carácter trágico está ligado inextricablemente a la pulsión heroica de Dostoievski por componer grandes tragedias, es improbable que su tardía humildad cristiana persuada al lector. Dostoievski es soberbio en los comienzos y asombroso en los desarrollos medios, pero extrañamente débil en los finales; cuando uno esperaría que el temperamento apocalíptico debería hacerlo experto en cuestiones últimas.
Los lectores abiertos a la oscuridad de la experiencia en Crimen y castigo podrán ponderar bien, no sólo la escisión de Raskolnikov, sino la fisura abierta en Dostoievski; y acaso concluyan que si éste es reacio a transformar completamente a Raskolnikov en un ser redimido es por una recalcitrancia de orden más dramático que moral - religioso.
Las obras que presentan nihilistas abrumadores como Svidrigáilov o Yago no se condicen con el final feliz. Cuando yo pienso en Crimen y castigo, en seguida me viene a la mente Svidrigáilov, y la explicación que da al apretar el gatillo suicida me produce un escalofrío: "En marcha hacia América." Éste es el post - nihilista (con el mero nihilismo no alcanzaría) que dice a Raskolnikov que la eternidad existe; es como la mugrienta casa de baños del campo ruso, infestada de arañas. Después de haberlo visto enfrentarse con la cosa auténtica en Svidrigáilov, encarnación de la Vía a la Miseria, podemos perdonar a Raskolnikov cuando anhela una visión más consoladora, crea en ella o no.
A mi parecer hay una afinidad real entre Raskolnikov y el asesino Macbeth, como la hay entre Svidrigáilov y el Edmund de El rey Lear, otro sensualista frío. Nacido en 1821, Dostoievski asocia más abiertamente al perturbador Svidrigáilov con Lord Byron, a quien popularizara en Rusia el poeta nacional Pushkin - antecesor asimismo de Dostoievski y Turguéniev en la simpatía por Shakespeare. La lascivia criminal de Svidrigáilov, excitada en particular por las niñitas, es una degradación de las inclinaciones de Edmund y de Byron. Sin embargo Raskolnikov - aunque por demás alarmante - está muy lejos de Svidrigáilov, del mismo modo que el asesino pero comprensivo Macbeth es más un villano - héroe que un par de Edmund y Yago.
Dostoievski emula a Shakespeare al identificar la imaginación del lector con Raskolnikov; de modo parecido nos usurpa la imaginación Macbeth. Porfiri, el juez de instrucción que brillantemente tortura a Raskolnikov con la incertidumbre, se presenta como cristiano, pero está claro que disgusta a Dostoievski, que considera al némesis de Raskolnikov como un "mecanicista" influido por Occidente, un manipulador de la ya torturada psicología del protagonista. Sonia se encuentra espiritualmente más allá del lector, en la dimensión trascendente, mientras que el siniestro Svidrigáilov lo excede en el modo demónico. No tenemos más refugio que la conciencia de Raskolnikov, tal como tenemos que viajar con Macbeth al corazón de sus tinieblas. Puede que nosotros no matemos ancianas ni monarcas paternales, pero puesto que somos en parte Raskolnikov o Macbeth, acaso en ciertas circunstancias lo haríamos. Como Shakespeare, Dostoievski nos hace cómplices de los asesinatos de su villano - héroe. Tanto Macbeth como Crimen y castigo son tragedias auténticamente aterradoras que no nos purgan de la piedad, no digamos ya del miedo. Invirtiendo la sociomédica idea aristotélica de la catarsis, según la cual la tragedia nos libera de emociones que no conducen al bien público, Shakespeare y Dostoievski ejercen sobre nosotros designios más oscuros.
Es por esta participación en el carácter sublime de Macbeth que Crimen y castigo trasciende el efecto de deprimirnos, aun si nos conduce por un insalubre verano de San Petersburgo durante el cual una fantasmagoría de pesadilla se vuelve realidad. Cada muro que miramos parece de un amarillo detestable, y el horror de la metrópoli moderna es retratado con una intensidad que rivaliza con Baudelaire o con Dickens en sus momentos menos afables. Empezamos a sentir que en el San Petersburgo de Raskolnikov, como en la embrujada Escocia de Macbeth, también nosotros podríamos cometer crímenes.
La cuestión de cómo leer Crimen y castigo se convierte pronto en una pregunta precisa: ¿cuál es la causa de que Raskolnikov se vuelva asesino? Una vez más como Macbeth, está repleto de buenas cualidades; sus impulsos son en lo esencial decentes, por cierto humanos. Me asombra que el eminente novelista moderno italiano Alberto Moravia haya visto en Raskolnikov un precursor de los comisarios stalinistas, que eran más conocidos por oprimir a otros que por atormentarse a sí mismos. Lo mismo que Svidrigáilov, su parodia demónica, Raskolnikov se autocastiga; el masoquismo que practica es absolutamente incompatible con el profeso deseo de ser un Napoleón. En cierto sentido, Raskolnikov mata para descubrir si es o no un Napoleón en potencia, aunque tiene sobradas razones para creer que no lo es ni por asomo. Quizá sea más profunda la feroz culpa de Raskolnikov, que precede a los crímenes. De que lo suyo sea una versión grosera de la voluntad - de - sufrir de Sonia tengo serías dudas. Tampoco es un doble pasivo de Svidrigáilov, cuyo sadismo malevolente es una máscara para "marchar a América", esto es, para suicidarse. Parece imposible distanciar a Raskolnikov de Dostoievski, que a los veintiocho años soportó ocho meses de prisión solitaria por haber sido parte de un grupo extremista. Bajo sentencia de muerte, sus compañeros y él recibieron el indulto cuando ya se hallaban ante el pelotón de fusilamiento. Siguieron cuatro años de trabajos forzados en Siberia, en el curso de los cuales Dostoievski se hizo monárquico reaccionario y devoto fiel de la Iglesia Ortodoxa Rusa.
Raskolnikov va siete años a Siberia, leve sentencia por un doble asesinato, pero ha confesado los crímenes y el tribunal lo ha declarado demente al menos en parte, sobre todo en el momento del acto. No veo cómo un lector común y abierto podría atribuir con mediana certeza algún motivo a las transgresiones de Raskolnikov, en cualquiera de los sentidos corrientes de la palabra motivo. La malignidad, hondamente arraigada en Svidrigáilov - como en Yago y Edmund - tiene escaso lugar en las psiquis de Raskolnikov y Macbeth, lo cual hace sus caídas aún más aterradoras. Tampoco progresamos mucho buscando en Raskolnikov y Macbeth el Pecado Original. Ambos sufren de imaginaciones poderosamente prolépticas o proféticas. En cuanto perciben que una acción potencial será un avance para la personalidad, dan el salto y experimentan el crimen como si ya lo hubieran cometido, con toda la culpa consiguiente. Con una imaginación tan potente, y una consciencia tan culpable, el asesino real es apenas una copia o una repetición, un auto - agresor que lacera la realidad, aunque sólo para completar lo que en cierto modo ya se ha hecho.
Absorbente como es Crimen y castigo, resulta imposible limpiarla de tendenciosidad, el invariable defecto de su autor. Dostoievski es un sectario, y en todo lo que escribe deja explícita su feroz perspectiva. Lo que se propone es levantarnos, como a Lázaros, del nihilismo o el escepticismo y convertirnos a la Ortodoxia. Escritores tan eminentes como Chéjov y Nabokov han sido incapaces de soportarlo; no lo consideraban un artista sino un estridente pseudoprofeta. Para mí, cada relectura de Crimen y castigo es una experiencia terriblemente poderosa pero un tanto nociva; casi como si fuese un Macbeth compuesto por el propio Macbeth.
Raskolnikov nos lastima (como nos lastima Macbeth) porque no podemos desatarnos de él. A mí Sonia me parece del todo insufrible, pero ni Dostoievski tenía el poder de crear una santa cuerda; lo que siento ante ella es crispación. Pero es extraordinario que Dostoievski haya podido darnos dos personajes secundarios tan nítidos como Porfiri, el juez de instrucción que es el poderoso oponente de Raskolnikov, y el asombrosamente plausible Svidrigáilov, cuya fascinación no se agota nunca.
Porfiri, investigador consumado, es una especie de pragmático y un utilitarista; cree que mediante el ejercicio de la razón puede alcanzarse el mayor bien para la mayoría. Supongo que cualquier lector, incluido yo, preferiría cenar con Porfiri que con el peligroso Svidrigáilov, pero sospecho que Dostoievski habría preferido al segundo. En un juego de espera de hermosa composición, Porfiri se compara sin ningún reparo con una vela, y a Raskolnikov con la polilla que vuela alrededor:

- ¿Y si huyo, qué? - preguntó Raskolnikov con una sonrisa extraña.
- No huirá usted. Huiría un campesino, o un disidente moderno, cualquier lacayo
de ideas ajenas, porque a esos basta con enseñarles la punta del dedo, como al
Grumete Obediente, para que el resto de sus vidas crean lo que uno quiera. Pero
usted, que ya no cree ni en su propia teoría, ¿por qué iba a huir? ¿De qué le
valdría ocultarse? La vida del fugitivo es larga y odiosa, y lo que usted más
necesita es una posición y una existencia definidas, y una atmósfera adecuada.
¿Qué clase de atmósfera tendrá si escapa? Huya y verá como acaba regresando
de usted mismo. No puede seguir adelante sin nosotros.


Este es un momento merecidamente clásico en la historia de la "novela detectivesca": difícil encontrar algo más sutil que el "No puede seguir adelante sin nosotros" que la vela Porfiri asesta a la polilla Raskolnikov. Uno siente que incluso el soberbio Chéjov se equivocaba; subestimar a Dostoievski es riesgoso, incluso cuando no se le tiene ninguna estima.
Más riesgoso y aún más memorable es Svidrigáilov, nihilista auténtico y extremo final de lo que podría llamarse vía shakesperiana en Dostoievski (si añadimos al Stavroguin de Los demonios). Svidrigáilov es un personaje tan fuerte y raro que ante él casi me retracto de haber acusado a Dostoieveski de tendencioso. Raskolnikov se enfrenta a Svidrigáilov, que persigue a Dunya, hermana del protagonista. He aquí a Svidrigáilov hablando de la mujer que lo rechazará ahora y siempre:

Pese a la sincera aversión que Avdotia Romanovna me tiene, y a mi aspecto permanentemente sombrío e intimidatorio, al fin se apiadó de mí; se apiadó de un alma perdida. Y desde luego que cuando su corazón empieza a sentir piedad por un hombre, una muchacha se encuentra en grave peligro. Le da por querer "salvarlo", hacerlo entrar en razón, educarlo, ponerle delante metas nobles y despertarlo a una nueva vida y nuevas actividades... Bien, todos sabemos lo que se llega a soñar en esas circunstancias. Yo comprendí enseguida que el pájaro había volado al nido de la voluntad propia y a mi vez puse en marcha los preparativos. Da la impresión de que frunce usted el ceño, Rodión Romanóvich. Descuide. Como bien sabe, el asunto no llegó a nada. (¡Demonios, qué cantidad de vino estoy bebiendo!) Sabe, desde el comienzo mismo me pareció una pena que el azar no hiciera nacer a su hermana en el segundo o tercer siglo de nuestra era, como hija de un príncipe cualquiera o de un gobernador o procónsul de Asia Menor. Sin duda habría sido una mártir, y por supuesto habría sonreído mientras le quemaban los pechos con pinzas al rojo vivo. Pienso que hasta lo habría provocado. Y en el siglo cuarto o quinto se habría ido al desierto egipcio a vivir treinta años de raíces, éxtasis y visiones. Es esa clase de personas que se desviven por que alguien las torture, y si no consiguen el martirio son bien capaces de tirarse por la ventana.

Cuando queda demostrado que Advotia Romanovna (Dunia Raskolnikov) no podrá matarlo (aunque el deseo de hacerlo sea más desesperado que el de él por ella), Svidrigáilov "se marcha a América": se suicida. Como la de Stavroguin en Los demonios, la libertad de Svidrigáilov es absoluta y también absolutamente aterradora. Aunque Raskolnikov nunca se arrepiente, en el epílogo se quiebra y cede a la santidad de Sonia. Pero es Svidrigáilov, no Raskolnikov, quien escapa de la feroz ideología dostoievskiana y se diría que escapa del libro. Aunque nadie quiera escribirlo en las paredes del metro, bien puede ocurrir que el lector llegue a murmurar: "Svidrigáilov vive".

Primavera de libros

La sesión del pasado jueves nos llevó, como en otras ocasiones, a un final abierto: dado que hemos visto que la novela de O’Callaghan evoluc...